Pinocho

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

El realizador de “Hellboy 2” (2006) t «El Callejón de las Almas Perdidas» (2022) concibe en “Pinccho” una cuenta pendiente fundamental en su trayectoria: quince años de espera transcurrieron desde que comenzara a gestar el proyecto, allá por 2007. Contemporánea al acercamiento en plan live action que Disney estrenara a comienzos de 2002 (dirigida por Robert Zemeckis), su trayecto cinematográfico se remonta al clásico animado de 1940. En el mientras tanto, la tecnología cinematográfica avanza a pasos agigantados y existen lugar para tantas reversiones como miradas posibles de retratar el fenómeno. Esta versión musical en animación stop motion nos llega del mano del inagotable genio de Guillermo Del Toro. Ambientada en la Italia de los 1930s, el fascismo va creciendo alrededor del entrañable Gepetto. Estamos en plena era del nefasto Mussollini, inmersos en la Segunda Guerra Mundial. Un muñeco de madera cobra vida y dota de ilusión a los sueños de su creador; buena madera de pino para hacernos compañía en la infinita soledad. Instantes en dónde reflexionamos con profundidad: ¿somos los seres humanos títeres del sistema? Emblemática novela publicada en 1883 por Carlo Collodi, en una revista infantil de época, “Pinocho” se convierte en la nueva apuesta fuerte de del realizador mexicano para Netflix, luego de emprender, en labores de producción, el formato seriado episódico de la terrorífica “Gabinete de Curiosidades”. Del Toro aplica aquí un estilo que no pierde la esencia de la obra original, al tiempo que reconocemos cierta huella autoral del realizador mexicano, capaz de equilibrar ese tan costoso balance que implica el acto de transposición literaria. Es así como harán su aparición criaturas espectrales y seres mitológicos, reconocible fauna que abunda en la imaginería del fantástico cineasta. Comprendemos una historia que no estará despojada de oscuridad, inmiscuyéndose en el humor, la fantasía e, incluso, la mirada política. Las fuerzas acaban por equilibrarse a lo largo de este sugestivo relato de imperfectas relaciones paterno-filiales. Tarea difícil resulta evitar el lugar común a la hora de abordar una clásica historia revisitada infinitas veces, cometido que logra con creces. Precisa hasta lo sorprendente en la parcela técnica, a este cine tallado a mano se le une el proverbial Alexandre Desplat, quien concibe su enésima joya musical. Un reparto estelar de voces engrandece la resultante: Ewan McGregor, David Bradley, Cate Blanchett, John Turturro, Ron Perlman, Tim Blake Nelson, Christoph Waltz y Tilda Swinton, son algunos de los intérpretes convocados. Del Toro no pretende echar cucharadas edulcoradas respecto a la versión original. Prefiere la emoción en estado puro, la sensibilidad a flor de piel y una acción desbordante. Influye en su forma de arte como primaria referencia un abordaje a la animación que aquí se propone explorar y diversificar. Ante nuestros ojos se expande una obra maestra meticulosamente diagramada. Camino a los Premios Oscar como Mejor Película de Animación, se trata de una película hecha con corazón, profundidad y sustento, virtudes difíciles de encontrar en tiempos de exiguo cine pensante. Horas dedicadas al detalle y artesanía humana invertidas en un material fílmico de refinado estilo favorecen una veta estética reconocible en similares productos como “Isla de Perros” (2019, Wes Anderson).