Pie pequeño

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

YETIS Y HUMANOS SEAN UNIDOS

A la par del mundo LEGO, que viene desarrollando con gran éxito en diversas películas, Warner está construyendo un universo de cine animado sumamente interesante. Si bien todavía faltan las grandes obras, se puede adivinar el espíritu lunático de las clásicas animaciones de la compañía asomando en los pliegues de historias más necesitadas de contemporaneidad y explícitos discursos integradores e inclusivos. Tal vez uno de los detalles imprescindibles es que detrás de cada película hay nombres importantes, y en Pie pequeño -la más nueva producción de Warner- tenemos en el guión a John Requa y Glenn Ficarra, y en la producción a Phil Lord, Christopher Miller y Nicholas Stoller, todos nombres emblemáticos para la comedia contemporánea. Y precisamente Pie pequeño luce en esos momentos donde la comedia se impone como una fuerza natural.

Con el experimentado Karey Kirkpatrick en la dirección (guionista de mucho del buen cine familiar de las últimas décadas) y Jason Reisig en la codirección, Pie pequeño es como tantas películas animadas un alegato contra la discriminación y a favor de derribar las desigualdades, señalando de paso al humano como un ser bastante despreciable que impone su violencia irracional contra el diferente (lo mismo que en Hotel Transylvania, pero mucho mejor). La película invierte la leyenda y son ahora los yetis los que se cruzan con un ser especial, al que llaman pie pequeño. Pero ese descubrimiento va contra las normas talladas en una serie de rocas, y nuestro protagonista es expulsado de su comunidad por atreverse a discutir la doctrina imperante. Es interesante, por más que en algún momento esa doctrina tenga un sentido y una justificación, la forma en que la película vincula lo religioso con la ignorancia y el ocultamiento de la verdad. Por lo tanto, con el tono lúdico del buen cine animado, Pie pequeño se impone como una animación decididamente atea.

Claro está que todo este entramado filosófico requiere cierta construcción por parte del guión que en ocasiones inhabilita lo narrativo: a Pie pequeño le cuesta unos buenos minutos aceitar todos sus engranajes, y es recién cuando los personajes se lanzan a la aventura que logra integrar lo discursivo con la forma. En el epílogo regresarán las dudas, ya que el discurso, que había quedado claro, se hace demasiado explícito a través de líneas de diálogo y canciones un tanto innecesarias. Y la presencia del personaje humano trae consigo una aproximación algo banal al tema de las redes sociales, el éxito y los medios de comunicación.

Sin embargo, aún contra todos estos problemas, Pie pequeño sobresale por la potencia de su conflicto principal, por la manera original y humorística en que expone el encuentro entre yetis y humanos, y por cómo el dilema de nuestro héroe se resuelve sin traicionar su espíritu. La verdad de lo revelado termina imponiéndose a la doctrina y la mentira piadosa nunca termina siendo una opción. Esa honestidad que la película persigue sin nunca quebrar su lógica interna ni forzar situaciones, se suma a una serie de personajes carismáticos, un uso espectacular de la animación y el color, y a protagonistas que toman decisiones emocionantes. Pie pequeño es, además, otra demostración de que las mejores enseñanzas del cine clásico, ese que sabía contar grandes historias con herramientas simples, tiene al cine animado como uno de sus principales bastiones; si no el último reducto cinematográfico donde la humanidad (vaya paradoja, tratándose de dibujos) se impone.