Peter Pan

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Peter Pan, distinto pero no mejor

La película del inglés Joe Wright arranca con la promesa explícita de que no contará "la misma historia que antes". En un sentido literal eso puede ser cierto, ya que estamos ante una precuela sobre el origen de los personajes concebidos por J. M. Barrie, pero en términos artísticos esta Peter Pan no sólo se parece a transposiciones previas de la popular historia, sino que incluso resulta un reciclaje y una acumulación de elementos visuales y narrativos ya probados en películas como Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton; Avatar, de James Cameron, y hasta de las sagas de Piratas del Caribe e Indiana Jones.

Wright, que había dirigido muy logradas historias de época como Orgullo y prejuicio, Expiación, deseo y pecado, y Anna Karenina, parece aquí sepultado por la catarata de personajes, situaciones, conflictos, viajes, peripecias, locaciones, escenografías y, sobre todo, de efectos visuales en 3D (impactantes, sí, pero a la larga agotadores por la falta de sustento dramático). El resultado es una narración desenfrenada hasta lo caótica, ruidosa hasta lo abrumadora, tan gritona que aturde y que confunde el ritmo lógico de todo relato de aventuras con un vértigo que apuesta a un estímulo permanente que impide el disfrute genuino.

El prólogo muestra a la madre de Peter dejando al bebe en la puerta de un hogar para huérfanos de Londres. Doce años más tarde, en plena Segunda Guerra Mundial, el protagonista y sus compañeros son víctimas de los abusos de unas monjas tan desalmadas que hasta se quedan con las raciones de comida destinadas a ellos. Para colmo, los niños del lugar empiezan a desaparecer, víctimas de secuestros.

Peter (digno trabajo del debutante Levi Miller), su compinche Nibs (Lewis MacDougal) y, sí, su aquí amigo Garfio interpretado por Garrett Hedlund ("los enemigos alguna vez empezaron como amigos", nos advierten en el film) comenzarán luego a vivir todo tipo de desventuras en bosques encantados con pájaros gigantes, cataratas con cocodrilos y la amenaza permanente de un villano estereotipado hasta la médula como el pirata Barbanegra (un desatado Hugh Jackman que parece una parodia del paródico Jack Sparrow de Johnny Depp) y su barco volador.

La película juega con permanentes y ridículos anacronismos musicales (cantan, por ejemplo, una versión del tema de Nirvana "Smells Like Teen Spirit" y otra de los Ramones), la estética remite por momentos a las fotos de Sebastiao Salgado en las minas de carbón y en otros toma prestados elementos de Charles Dickens y los hermanos Grimm, pero finalmente todo se reduce a una suerte de búsqueda del tesoro, a la incógnita de si Peter es "el elegido" y a las habituales persecuciones a ritmo de montaña rusa.

No puede decirse que este regreso al universo de Peter Pan sea completamente inadecuado, ya que hay un indudable esfuerzo por convertirlo en un espectáculo de alto impacto, pero más allá del despliegue de producción y de un par de buenas secuencias de acción, el resultado del entretenimiento familiar no es demasiado convincente.