Perfectos desconocidos (2018)

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

La farsa burguesa hecha añicos

El cine europeo de las últimas décadas ha adoptado con mucho vigor el esquema comercial de las remakes, un típico mecanismo del mainstream hollywoodense en función del cual la gran industria pretende apostar a seguro refritando alguna premisa -o toda una estructura narrativa y su marco de referencias- que ha demostrado ser exitosa en alguna geografía específica. Tal es el grado de aceptación de la fórmula que los productores del viejo continente hasta han entendido que el enclave ideal para buscar proyectos es ni más ni menos que la propia Europa, a sabiendas de que más allá de las diferencias nacionales existe una sensibilidad general compartida que permite trasladar con relativa facilidad los engranajes retóricos de una película de tal país hacia las características de un mercado vecino, dando por resultado una especie de “diálogo” entre las cinematografías autóctonas.

Así las cosas, hoy por hoy tenemos la particularidad de que -en lo que respecta al cine europeo- nos solemos encontrar por un lado con remakes que se centran en géneros antiquísimos como la comedia y el drama, y por otro lado con propuestas originales que tratan de emular a los productos yanquis de horror, suspenso y acción. Hasta cierto punto se podría afirmar que Perfectos Desconocidos (2017) combina elementos de ambas vertientes porque es de hecho una remake de una pequeña gran obra italiana de 2016, dirigida por Paolo Genovese, y a la vez responde a la idiosincrasia de un artesano de lo macabro como Álex de la Iglesia, sin duda un representante ineludible -por lo menos en España- de esta tendencia de “sustitución de opus tenebrosos estadounidenses” que ha copado Europa y buena parte del globo con la manifiesta intención de competirle a Hollywood en su terreno.

Para aquellos que no lo sepan, vale aclarar que el eje pasa por una cena entre cuatro amigos de mediana edad, tres con sus respectivas parejas y un soltero, que de forma algo “azarosa” -fruto de la dinámica de la conversación y las relaciones de poder- deciden sumarse a un juego que consiste en dejar los celulares arriba de la mesa y leer/ escuchar en público cada nuevo mensaje, mail o llamada entrante. Lo que empieza siendo un chiste morboso de tono lúdico sobre la ausencia de secretos de cada comensal rápidamente deriva en una competencia pueril de “valentía” que lleva a los hombres y mujeres a acceder, algunos con soltura y otros a regañadientes y luego de ensayar diversas excusas para evitar participar. De a poco las patrañas y mentiras piadosas se irán cayendo y las dobles vidas, embustes y ocultamientos quedarán al descubierto en una noche que destruirá una armonía ya inestable.

El guión del propio De la Iglesia y su colaborador de siempre Jorge Guerricaechevarría respeta a nivel general el del film italiano, ya que se focaliza en la catarata de arcanos que esconden los protagonistas de turno: infidelidades varias, homosexualidad, ninguneo laboral, propensión a la pederastia, fantasías sexuales a la distancia, falta total de deferencia mutua y hasta engaños mayores dentro del mismo grupo (cuernos incluidos… de nuevo). En esencia dos son los ingredientes que los españoles introducen en el armado narrativo, ambos en estrecha relación: en primera instancia tenemos una constante alusión a una Luna Roja que actúa como una suerte de influencia sobrenatural/ enigmática en el desarrollo de los acontecimientos, a lo que se suma -en segundo término- un pulso abiertamente volcado hacia el terror, con música ominosa y planos sugestivos que funcionan en consonancia.

Estos detalles, los cuales anuncian de lleno la debacle emocional/ individual por venir, le dan a la realización de De la Iglesia una maravillosa personalidad propia que asimismo se ve potenciada por el histrionismo de una hispanidad descontracturada que supera el bullicio, fastuosidad y picardía de los italianos. Los diálogos son en verdad estupendos y permiten el lucimiento de un elenco perfecto que incluye a Belén Rueda, Eduardo Noriega, Ernesto Alterio, Eduard Fernández y Pepón Nieto, entre otros. Al igual que Perfetti Sconosciuti (2016), la película se burla del patetismo farsesco de la burguesía y además pone de manifiesto el fetiche actual con eso de dar una imagen de felicidad perpetua que por lo bajo encierra todo un catálogo de falsedades, delirios y autoengaños que ejercen presión sobre la máscara necia de los celulares y la virtualidad hasta hacerla implosionar…