Perfectos desconocidos (2018)

Crítica de Diego Batlle - La Nación

A menos de dos años del estreno de Perfectos desconocidos, tragicomedia italiana sobre los enredos, equívocos, secretos y mentiras de siete amigos que se van descubriendo durante una de sus habituales cenas, el guionista y director vasco Álex de la Iglesia presentó una versión que repite aquella fórmula con mínimos cambios.

El film original fue un éxito de taquilla y la versión española también tuvo una recepción masiva, pero -aunque ingenioso en su cuestionamiento a la dependencia y los riesgos de los celulares y eficaz en algunos planteos y situaciones- se trata de un producto esquemático, obvio en sus resoluciones y subrayado en su moraleja sobre la hipocresía y la doble moral de la clase media. Tres parejas y un séptimo personaje que llega sin su nueva novia pasarán una larga noche de eclipse (elemento que pretende darle una dimensión fantástica al vodevil) que podría haber sido tan previsible y aburrida como tantas otras anteriores. Pero cuando proponen que todos escuchen las llamadas y lean los mensajes que van llegando a sus teléfonos móviles empiezan a surgir revelaciones, contradicciones y tensiones inesperadas.

Más allá de su innegable profesionalismo (y el del elenco), el otrora revulsivo De la Iglesia -quien supo revolucionar el cine de género español- se convierte con este trabajo (con mucho de teatro filmado) en un director por encargo al que solo se le pide que recicle un material predigerido. Un autor anónimo. Perfecto desconocido.