Pequeña gran vida

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Curiosamente el tráiler de “Pequeña gran vida” de Alexander Payne (“Los descendientes”) estimula a los espectadores a acercarse al cine con una serie de escenas cómicas en las que Matt Damon y Kristen Wiig despliegan ciertos mecanismos que potencian la idea de “reducción” que rodea la propuesta.
Curiosamente, digo, porque en realidad “Pequeña gran vida”, si bien posee humor, mucho, desprendido de situaciones ridículas o hasta bordeando el patetismo, es una película más bien nostálgica y reflexiva sobre las decisiones del hombre y el camino que ha emprendido, hace tiempo, como seguidor de una línea de progreso que en realidad ha terminado por perjudicarlo.
Con una estructura más bien clásica de relato, en el narrar las peripecias de Paul Safranek (Damon), el protagonista, quien tras años de ver que su vida no tiene nada de especial decide cambiar su vida al ser parte de un procedimiento que lo ayudaría a cambiar de estilo y de vida.
Los avances tecnológicos han permitido ser parte de una comunidad de “reducidos” en tamaño y vivir en lujosas (y pequeñas) mansiones y además multiplicar por miles los ahorros de toda una vida, despreocupándose así de cualquier infortunio económico o movimiento en los índices inflacionarios.
También el procedimiento se ha “vendido” como una solución para terminar, por un lado, con la superpoblación de los últimos tiempos, y también con la escasez de alimentos que afecta a gran parte de la gente del planeta.
Como esto es una película y no una solución real a los problemas humanitarios, “Pequeña gran vida” avanzará desarrollando sus ideas de una manera contundente, con una estructura similar a películas de antaño, en las que una solución mágica propone el encuentro con la verdadera identidad de los protagonistas, o, al menos, permite hacer un viaje iniciático y transformador hacia otro estadio.
Volviendo al relato, con el cambio de Paul, obviamente se presentarán algunas situaciones que se escapan al entendimiento y raciocinio de éste, y en ese adaptarse de un momento para otro a su nueva vida, con nuevas reglas y con la imposibilidad de volver atrás con la reducción, el protagonista comprenderá cuál es su verdadero motivo de existencia.
Payne construye un relato atrapante, hipnótico, en el que primero se destaca la minuciosa descripción del procedimiento de encogimiento (con escenas de antología), que más allá del virtuosismo o no de los efectos visuales que acompañan, hay una mirada precisa y justa sobre aquello que se desea contar.
Por otro lado, en el avance del relato, y en el comenzar a interactuar en su nueva “pequeña” vida, la aparición de persoanjes secundarios antológicos, como el de ese vecino dandy bon vivant, que interpreta Christoph Waltz, o en las breves apariciones, pero contundentes, de Laura Dern y Neil Patrick Harris, suman virtuosismo y potencia a la narración.
Aquellos que vayan a buscar una comedia “disparatada” tendrán que ir a otra sala, porque lo que ofrece “Pequeña gran vida” además de reflexión y análisis, es la dosis justa de comprensión sobre el personaje que desarrolla y el camino que debe desandar para encontrarse consigo mismo.