Pequeña flor

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

Temas políticos y sociales cimentan el núcleo de la obra de un cineasta de sumo interés, responsable de títulos como “La Patota” o “La Cordillera”, ejes del cine nacional de la pasada década. Esta bienvenida alternativa, en medio de un blockbusters que implosiona en la temporada invernal, se nos presenta como una comedia negra, dispuesta a surcar límites surrealistas y fantásticos, en pos de explorar su costado más extrovertido y escabroso. El corrimiento de la realidad es menester, y en su recorrido narrativo el film presentará rotundos cambios de género dentro del propio registro. Filmada en Francia antes de la pandemia y recién estrenada en la pasada edición del Bafici, “Pequeña Flor” está basada en la novela de Iosi Havilio, dueña de un explosivo y expansivo potencial a la hora de ser transpuesta a la gran pantalla. Una exquisita propuesta estética, a la postre convertida en rara gema dentro de una obra sumamente homogénea, como la de Mitre. Un argentino desarraigado en París se convierte en el centro de un relato inserto en una dimensión desconocida. Amor y crisis suelen ir de la mano en tiempos de paréntesis, suena “Petite Fleur” en melodías de jazz, entramos en trance, mientras guiños cinéfilos cobran vida a modo de homenaje. Sergi López, enorme referencia actoral a nivel mundial, luce estrafalario como habitual, dotando de extrañeza a la película. El asesinato se transforma en un acto cómplice y el descubrimiento del impulso más oscuro puede, quizás, canalizar elementos del subconsciente onírico. Mitre cumple una gran labor a la hora de dotar de un nuevo significado a la obra original, con créditos de guión compartidos con Mariano Llinás. El universo del realizador se sigue expandiendo, consolidándose como un exiguo estandarte del cine de autor autóctono.