Pecados

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Las sombras del pasado

La primera escena trae un rostro hermoso, el de la actriz catalana Cristina Brondo, a punto de parir, sudada, a pleno llanto y a los gritos. Parece una escena de Penumbra, film argentino de terror estrenado el año pasado, donde la intérprete era acosada y torturada por un grupo de desquiciados. Pues bien, Pecados es otra cosa, aunque los datos cierran, ya que Brondo era la intérprete de Penumbra, que se filmó en 2010, el mismo año de rodaje del segundo largometraje de Diego Yaker, que recién se estrena por acá con bastante atraso.

La actriz catalana no vuelve a aparecer ya que el prólogo remite al pasado de los personajes de Pecados, Historia de pueblo con dos adolescentes (Bepo y Lourdes) con la piel del deseo a punto de explotar, el tiránico abuelo del joven (Pepe Soriano) y el dócil padre de la joven (el buen actor español Carmelo Gómez). Pueblo chico, infierno grande sería la frase convencional que describe al relato de Yaker, estimulado por una primera parte donde florece el amor entre la pareja de jóvenes, pese al fastidio y maltrato del abuelo de Bepo y al desconcierto del padre de Lourdes. En esa zona narrativa, Pecados entrega un sutil caudal emotivo, al mismo tiempo sexual, con la joven pareja descubriendo sus cuerpos mientras aguardan –con importante paciencia e inquietud– el momento del encuentro a solas. Pero, justamente, la escena sexual, insatisfactoria para ella, deja lugar a una segunda mitad donde el pasado retorna –de allí el prólogo inicial– y otros secretos más turbios serán revelados, en tanto cobra protagonismo el abuelo de Beppo, experto luthier que en manos de Soriano ofrece una sobredosis de adrenalina actoral. De allí en más, la película se retuerce en sus pliegues entre el pasado tenebroso y el futuro auspiciante y feliz de la (casi) pareja protagónica. Aunque, cabe aclararlo, Pecados parece una película con cuatro fantasmas perdidos en un pueblo nada acogedor. En esa segunda mitad, el film de Yaker también pierde misterio y sólo se sostiene por el trabajo de Diana Gómez, personaje inteligente y de transparente belleza etérea.