Pasión inocente

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

El profesor y la alumna

En el cine existen menos temas y más tratamientos temáticos. La anterior es una frase de manual, pero siempre resulta válida para describir una historia que presenta un cierto orden institucional y familiar que comienza a trastabillar cuando aparece un intruso.

En el cine existen menos temas y más tratamientos temáticos. La anterior es una frase de manual, pero siempre resulta válida para describir una historia que presenta un cierto orden institucional y familiar que comienza a trastabillar cuando aparece un intruso. En este caso se trata de una intrusa, la estudiante británica de intercambio (Jones), ubicada en medio de un clan donde sobresale la figura del padre (Pearce), docente de música preocupado por una próxima audición y por algunos motivos personales que disimulan a un matrimonio en crisis.
Dentro de esos tópicos, el director maneja con astucia la confrontación de personajes: el profesor, solitario y melancólico, frente a una joven cadenciosa en su instinto seductor hacia el especialista en música. Pasión inocente, en ese sentido, omite los lugares comunes en esta clase de historias que ya tuvieron su fecha de vencimiento cuando el cine industrial estadoudinense fagocitó hasta el cansancio la temática "familias disfuncionales" (American beauty, principal responsable). Pero tal vez Doremus, también azorado como el profesor de música frente a la estudiante, no se anima a ir más allá de una tibieza argumental que se fusiona con una puesta en escena gélida, establecida por los parámetros de una película concebida para la televisión, donde los riesgos son pocos o casi nulos.
La pareja central salva algunas escenas frente a la monotonía de la historia, ya pergeñada por docenas de films donde se cuenta algo parecido. Ocurre que en Pasión inocente el punto de vista es el del profesor, cuando en esta clase de relatos se sugiere que la intrusa adquiera un rol protagónico por encima de una familia inestable.