Parasite

Crítica de Santiago García - Leer Cine

Bong Joon Ho es uno de los directores más talentosos del siglo XXI. Con una filmografía sólida, coherente y ecléctica a la vez, ha construido una obra que vale la pena ver. Desde su primer film Barking Dogs Never Bite (Flandersui gae, 2000) Bong Joon Ho ha demostrado oficio de cineasta y un gran talento para sorprender y deslumbrar a los espectadores. Parasite es la gran explosión de su cine a nivel mundial, incluso por encima de The Host (Gwoemul, 2006) que aunque es su obra maestra, tuvo una repercusión mucho menor fuera del ámbito de la cinefilia. Parasite ha recorrido un camino que posiblemente la convierta en la película más prestigiosa y conocida de toda la historia del cine coreano, más allá de la valoración que podamos tener de ella.

Ki-taek (Kang-ho Song) vive con su esposa y sus dos hijos grandes en un piso bajo en Seúl, sobreviven como pueden a base de trabajos precarios y robando el wi-fi de los vecinos. La situación familiar cambia un día en el un amigo de su hijo lo recomienda a este para dar clases particulares de inglés en casa de los Park, una familia de clase adinerada que habita en la parte alta de la ciudad. Utilizando su astucia y mintiendo desde el comienzo, el joven conseguirá ganarse la confianza de la señora de la casa, y así irá introduciendo, poco a poco, al resto de sus familiares en distintos trabajos del servicio doméstico. El joven se convierte en tutor de la hija mayor de los Park, su hermana será profesora de pintura del niño menor, Ki-taek será chófer del padre y finalmente su esposa será la cocinera y empleada doméstica de la familia. Pero los cuatro mentirán acerca de su parentesco, actuando como si no fueran familiares. Es el comienzo de una historia de humor negro que se va enredando escena tras escena, narrada con maestría por Bong Joon-ho.

Como un Claude Chabrol brutal y desatado, la lucha de clases aparece en los films de Bong Joon-ho una y otra vez. Sus películas siempre tienen apuntes políticos, a veces más sutiles, a veces más explícitos. Snowpiercer (2013) y Parasite son las más directas en ese aspecto. Pero mientras que Snowpiercer usaba reglas clásicas para contar la historia, usando un tren en movimiento para retratar el mundo, Parasite busca una forma algo más moderna o tal vez un poco menos clásica. Snowpiercer tenía la idea de La diligencia (1939) de describir al mundo y a sus personajes, pero sin descuidar jamás la acción y el movimiento. Salvando las distancias obvias, Bong Joon-ho aparece menos optimista que Ford en un comienzo, pero luego termina abriendo una puerta de optimismo. No creo que Bong Joon-ho haya evolucionado en su mirada como los grandes maestros, pero en Parasite abandona el período de títulos más universales de Snowpiercer y Okja (2017) para retomar algo de la locura de sus films anteriores. Tampoco es que haya un título del director que sea del todo tradicional, así como tampoco tiene títulos que descuiden la habilidad narrativa y el entretenimiento. No le asustan los géneros cinematográficos y se sirve de ellos con respeto pero sin dejarse amedrentar por sus reglas. Cine de género y un cine personal que conviven de forma visible, no sutil. Con poco preocupación por el realismo, más allá de lo creíble que puede resultar cada escena en sí misma.

La familia de Ki-taek vive prácticamente en un pozo, un departamento por debajo de la calle donde la única vista es la de los borrachos haciendo pis a metros de la ventana. Ki-taek golpea con sus dedos a un insecto que se posa en su mesa y luego le dice a su familia que no cierre las ventanas cuando pasa un camión que fumiga. La suerte de la familia parece cambiar cuando el hijo recibe una piedra que trae fortuna y que va de la mano de la recomendación para un trabajo. Esa piedra de la suerte será su condena, como la pata de mono del famoso cuento.

La familia Park vive en la parte alta de la ciudad, en una casa lujosa y amplia, con un hermoso jardín y escondida detrás de un gran paredón. Los Park también son cuatro. Cinco si contamos a la empleada doméstica, fiel vigilante de la familia, aunque esconde un terrible secreto. La lucha de clases entre ricos y pobres incluye también la lucha entre pobres y pobres por ocupar un lugar junto a los ricos. Se dice que Parasite tiene elementos del cine de Luis Buñuel. Del director español tiene la idea de que los pobres no son buenos y que la pobreza –contrario a lo que cree, por ejemplo, la iglesia- no es un estado de pureza, sino de brutalidad. Desde luego no hay ninguna idea de religión en Parasite, ni siquiera en contra. Pero a diferencia del anticlerical y virulento Luis Buñuel el humor desaparece para generar una bajada de línea, dejando a Bong Joon-ho en un lugar menos polémico y ambiguo.

(Atención Spoilers)

El pesimismo del director en Parasite es total. Las diferencias de clase no cambiarán nunca. Los pobres siguen siendo pobre y el buscar un atajo para escalar socialmente no funciona tampoco. La brutalidad de la clase baja es total. Los ricos los desprecian y los ignoran, pero no hay en la película un ataque real hacia ellos. La acumulación de ese desprecio es lo que estalla en el final. Los pobres sumisos se rebelan contra los pobres arribistas y esto explota en la felicidad superficial de la fiesta de cumpleaños. El hijo sobrevive a duras penas y decide que la piedra de la fortuna debe volver al rio, que las cosas sigan adelante sin atajos, soñando con un ascenso social genuino y honesto. Pero claro, el director nos muestra que eso es prácticamente imposible.

La manera brillante y potente en la que filma Bong Joon-ho es el máximo valor que tiene la película. Desde el inicio de su obra, con Barking Dogs Never Bite o la sobriedad impecable de Memories of a Murder, el director ha mostrado habilidad para diferentes tonos, capacidad para narrar y deslumbrar con escenas inolvidables. Sus movimientos de cámara ya son su firma, así como los momentos de peleas y choques entre los personajes que han dejado ya varias escenas notables. Sus ideas políticas son simples y, a pesar de todo, tranquilizadoras. Los que ven su cine están en la parte privilegiada del mundo, pueden reflexionar, tomarse la barbilla y seguir adelante. Tal vez por eso Parasite funcionó también en la temporada de premios. Pero sería injusto reducir el cine de Bong Joon-ho a eso. Sus películas muestran imaginación y originalidad. Y su misantropía es tan válida como la de cualquier otro artista. Un cineasta enorme que merece el reconocimiento que tiene. Pesimista la mayor parte del tiempo, pero no siempre, dejando algunos espacios de luz para sus personajes en algunas de sus películas.

El cine coreano hace mucho tiempo que es extraordinario. Las salas de estreno no le dan mucho espacio. En Buenos Aires se hace todos los años una semana dedicada a ese cine y por supuesto en los festivales aparece, pero hay que buscar y ver no solo todo el cine de Bong Joon-ho, sino el de muchos otros grandes cineastas por conocer. Mientras tanto Parasite es una buena muestra para comenzar a meterse en esa cinematografía. Deslumbrarse con el talento de directores que mantienen vivo el lenguaje cinematográfico y todas sus posibilidades. Una película impactante e inolvidable.