Ozzy: Rápido y peludo

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Un perro con poca gracia y menos trucos

Ozzy es enviado a un spa para perros porque su familia humana se va de viaje a Japón. El spa resulta ser una prisión para canes, en la que hay muchos chuchos violentos, bravucones, patoteros. Abundar en los detalles sobre cómo Ozzy aprende unas cuantas cosas lejos de su hogar no tiene mayor sentido, porque ese sería el centro del relato: el camino de Ozzy. Esta película hispano-canadiense lo cuenta con una animación nada deslumbrante, una narrativa arenosa y una tendencia irreversible hacia la ausencia de gracia y las soluciones visuales y argumentales sin imaginación. Por último se puede detectar una confianza excesiva en el poder de sus guiños a clásicos del cine.