Ozzy: Rápido y peludo

Crítica de Eduardo Elechiguerra Rodríguez - A Sala Llena

“Sólo come y disfruta el silencio”, le dice un compañero de prisión a Ozzy. La comida podría ser también, además de alimento, una suerte de complicidad que desata afinidades. ¿Acaso anhelamos la libertad o sólo una impresión aparente de ella?

Ozzy: Rápido y Peludo (2016) trata de la familia Flyn que tiene un perro de raza Beagle llamado Ozzy. La familia se va de viaje y se ven obligados a dejarlo en un aparente hotel con todos los lujos, sin sospechar que el dueño en realidad maltrata a las mascotas que son hospedadas ahí. Surge así, más que el deseo y el plan de escape ideado por el compañero de celda de Ozzy, una muy buena relación canina.

Aunque la película acentúa el valor de la amistad como factor cómplice, fracasa en parte porque ubica su resolución en un discurso contradictorio de Ozzy: la libertad está evocada por los collares como objetos de liberación. Acaso sea cierto que el vínculo entre la mascota y su dueño sea una complicidad similar a la que se entrama entre los perros en la prisión. Los collares también evocan la historia de cada mascota y la manera como es humanizada la fidelidad de los animales a través de sus nombres y los objetos con los que los rodeamos.

Los amantes de los perros posiblemente vean que ciertas razas caninas están retratadas según las relaciones que se entablan a lo largo del filme. Así, el jefe de la prisión es un macilento San Bernardo al que le cae mucha baba del hocico. Y el compañero de celda de Ozzy es un simpático teckel, comúnmente llamado perro salchicha. La película se afianza en ello, si bien la animación no permite explorarlo del todo.

De todas maneras, la ingenuidad de algunos chistes y los detalles de la animación también retrasan el ritmo del filme. Los matices asomados por las relaciones caninas se pierden porque los chistes consisten más en torpezas de los personajes. Y la animación delata el artificio técnico. La animación computarizada en esta película carece de la atención al detalle de los objetos y personajes trabajados.

Probablemente sea en el detalle de la comida donde resida la agudeza del guión. También la mamá fracasa en prepararles tostadas, y no quemadas, a su familia. Como si en esta torpeza de la comida o el comentario que le hacen a Ozzy en la prisión se descubriera que las mascotas buscan las maneras de aliviar las tensiones familiares.