Oso intoxicado

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Las pavadas ya no son lo que eran

Como suele ocurrir con el gigantesco volumen de películas mediocres de nuestros días y el desfasaje en general entre expectativas y realidad concreta, lo que generó Oso Intoxicado (Cocaine Bear, 2023), el film dirigido por Elizabeth Banks y escrito por Jimmy Warden, en ciertos sectores del público cinéfilo durante el período previo a su estreno resulta mucho más interesante que la película resultante en sí, esa que ya se podía anticipar tranquilamente mediante el tráiler y la costumbre del Hollywood bobalicón actual de resumir de manera hiper redundante toda la propuesta en cuestión en poco más de dos minutos, arruinando cualquier sorpresa por venir y describiendo milimétricamente el producto masivo de turno. Más allá de la ingenuidad de los consumidores de géneros a veces hermanados como el terror, la comedia y los thrillers, quienes en esta ocasión volcaron en las redes sociales su inusitado entusiasmo por la epopeya ya sea a raíz del clásico adagio semi mentiroso del séptimo arte, “inspirada en hechos reales”, o debido a la delirante premisa de la realización, aquello de un oso ingiriendo kilos y kilos de cocaína que fue arrojada desde un avión por narcos ochentosos, lo cierto es que el interés y la difusión artesanal del film, vía el boca a boca, fueron verdaderos y nos hablan de la ausencia de productos en la industria cultural contemporánea que satisfagan la simple necesidad de entretenimiento desfachatado modelo segunda mitad del Siglo XX, todo debido a la aburrida dictadura de la corrección política que castró en gran medida al humor mainstream al punto de domesticarlo y casi asesinarlo.

Sinceramente lo único que Oso Intoxicado toma del caso real de 1985 es su esencia, léase la muerte por sobredosis de un oso negro del Bosque Nacional Chattahoochee-Oconee, una reserva natural protegida por el Estado, que ingirió unos cuantos kilos de cocaína que había sido arrojada por Andrew C. Thornton II, un ex oficial de narcóticos del Departamento de Policía de Lexington, Kentucky, reconvertido en traficante de drogas que junto a un ignoto cómplice pilotaba un avión ligero con 40 fajos de cocaína colombiana, cargamento que tuvieron que arrojar debido al peso de ambos hombres más la droga, situación ridícula que encima derivó en el fallecimiento de Thornton porque su paracaídas no se abrió en lo que podría haber sido un golpe y desvanecimiento previo al salto o una falla en el paracaídas o el hecho de haber quedado atrapado en el mismo durante la caída. Todo transcurre en ese 1985 luego del óbito de Thornton (Matthew Rhys) y su avión estrellado, por ello coinciden en Chattahoochee-Oconee una serie de personajes que incluyen a una madre y su hija, Sari (Keri Russell) y Dee Dee (Brooklynn Prince), el amigo de esta última Henry (Christian Convery), un par de narcos, Eddie (Alden Ehrenreich) y Daveed (O’Shea Jackson Jr.), el padre de Eddie, Syd White (Ray Liotta), un detective veterano, Bob (Isiah Whitlock Jr.), su compañera Reba (Ayoola Smart), la guardabosques Liz (Margo Martindale), el “inspector del bosque” Peter (Jesse Tyler Ferguson), un pandillero bastante afeminado, Stache (Aaron Holliday), y dos excursionistas foráneos, Elsa (Hannah Hoekstra) y Olaf (Kristofer Hivju).

Al igual que casi todo el cine de género de nuestro lastimoso Siglo XXI, Oso Intoxicado pretende dejar contentos a todos los sectores del público y por ello se abre camino como un engendro sin alma que paradójicamente no deja contento a nadie, por un lado retomando ingredientes del horror de monstruos, las aventuras, la comedia negra, el western clásico, el melodrama y la sátira social muy leve y por el otro lado sin jamás definirse entre el trash de Garras de la Muerte (Grizzly, 1976), de William Girdler, exploitation explícito de Tiburón (Jaws, 1975), de Steven Spielberg, la fábula semi ecológica de Profecía Maldita (Prophecy, 1979), de John Frankenheimer, en este caso un rip-off tangencial de Alien (1979), de Ridley Scott, la locura humana en relación a la naturaleza de Grizzly Man (2005), gran documental de Werner Herzog sobre los activistas lunáticos Timothy Treadwell y Amie Huguenard, quienes de hecho terminaron devorados por uno o varios osos pardos, y las aventuras de supervivencia de El Renacido (The Revenant, 2015), de Alejandro González Iñárritu, faena sobre aquel periplo de Hugh Glass (Leonardo DiCaprio) que ya había sido adaptado al cine en Furia Salvaje (Man in the Wilderness, 1971), de Richard C. Sarafian. Quizás el mayor problema de Oso Intoxicado no es el sustrato anodino de un relato coral demasiado forzado y olvidable sino su carácter de película de un solo chiste que se agota rápido, y por supuesto el flojo guión de Warden, su segundo trabajo luego de la fatua La Niñera: Reina Letal (The Babysitter: Killer Queen, 2020), de Joseph McGinty Nichol alias “McG”, tampoco ayuda.

La película no es graciosa ni terrorífica ni inteligente, sólo pasable y tontuela sin llegar a ser buena ni el desastre que prometía el tráiler, en este sentido la decisión de presentar al oso asesino mediante CGI resulta muy contraproducente porque el animal siempre se percibe como extremadamente falso, sin la materialidad de los estupendos animatronics que dominaban la industria cultural y el cine de horror de cadencia gore en el período en el que transcurre la trama, la década del 80, así por milésima vez nos vemos obligados a repetir que el Hollywood palurdo actual desperdicia lo que era una oportunidad cantada/ evidente para homenajear el bello arte de los practical effects y sobre todo las marionetas, prótesis, disfraces, maquillaje y títeres robóticos varios, algo que -por ejemplo- sí se llevó adelante en la también reciente y mucho más disfrutable Unwelcome (2022), opus muy digno del irlandés Jon Wright de impronta Clase B hasta la médula que conseguía despertar unas cuantas sonrisas utilizando marionetas artesanales para sus muchos leprechauns psicópatas. Privados completamente de la dimensión verista del oso, el cual de todos modos no está retratado como un monstruo cruel e imparable porque hablamos de una hembra con dos crías que muta en homicida por la adicción a la cocaína, otro de los tantos “regalos” de la inmunda humanidad a un planeta moribundo, nos tenemos que conformar con las patéticas actuaciones de un elenco muy apagado, con un relato que avanza a paso de tortuga y con una previsibilidad general que hace gala de su falta de ideas novedosas y de una nostalgia tácita para con las comedias simplonas de los 80 y 90, esas que Oso Intoxicado pretende imitar sin lograrlo porque no cuenta ni con la gracia/ carisma de antaño ni con el talento para las guarradas y pavadas que tantas carcajadas provocaron a fines del Siglo XX. Banks, una directora muy mediocre como lo demuestran Proyecto 43 (Movie 43, 2013), Más Notas Perfectas (Pitch Perfect 2, 2015) y Los Ángeles de Charlie (Charlie’s Angels, 2019), se la pasa acumulando personajes sin necesidad, falla olímpicamente en humor negro e instantes de suspenso, sólo entrega una secuencia interesante en esta pretendida conjunción de terror y comedia, aquella de la llegada de la ambulancia con los paramédicos Beth (Kahyun Kim) y Tom (Scott Seiss) a la casilla del guardabosques/ centro de visitantes, y desaprovecha a Ray Liotta como un capo narco en una de las últimas odiseas del intérprete antes de fallecer en 2022 a los 67 años de edad, aquí mostrándose tan abúlico y en piloto automático como el resto de los actores en pantalla, sin nada valioso, astuto o gratificante con lo que trabajar…