Operación monumento

Crítica de Rolando Gallego - El Espectador Avezado

Otra vez George Clooney detrás de las cámaras. Parece que ya le tomó el gusto a dirigir, y por eso, religiosamente, filma una película cada tres años. En esta quinta oportunidad (presentada fuera de competencia en el último Festival de Berlín) toma un hecho verídico acontecido durante la segunda guerra mundial, el que justamente dará nombre a la película, la llamada “Operación Monumento”(USA, 2014).
En esa operación y bajo el lema de “las grandes obras de arte no pueden pertenecer sólo a una persona”, un grupo de individuos relacionados con el arte serán reclutados por el historiador Frank Stooze (Clooney) para la arriesgada empresa que hay que hacer, meterse en el medio de la guerra para poder intentar recuperar aquellas obras de arte (del tipo que sea) que fueron saqueadas por el nazismo para acopio.
El filme arranca con un robo, y así se genera desde un primer momento la empatía con la tarea de los hombres de los monumentos (como dice su título original) y mostrando la importancia del arte en todos los seres humanos. En momentos críticos justamente es el arte lo que en alguna medida le devuelve su humanidad a la raza o al menos su sentido de pertenencia a algo más allá de lo horrendo de las imágenes que presenta la guerra.
Divididos en grupos, los reclutados por Stooze, a saber: un experto en arte, James Granger (Matt Damon), un arquitecto, Richard Campbell (Bill Murray), un escultor, Walter Garfield (John Goodman), un merchant, Jean Claude Clermont (Jean Dujardin), un historiador, Preston Savitz (Bob Balaban) y un especialista Donald Jeffries (Hugh Bonneville), deberán descubrir dónde están escondidas las obras. Una “búsqueda del tesoro” cinematográfica. En este caso el tesoro justamente será el botín de guerra.
Por momentos la película se asemeja a una serie televisiva de procedimientos, en las que se deducen pistas de cualquier indicio que se presente ante ellos (siempre trabajando en duplas). En otras oportunidades el tono educativo y casi solemne que elige Clooney para contar esta historia (que en estos momentos su versión en papel está primera en la lista de best-sellers en EE.UU) no logra superar el tedio.
Clooney sabe como contar, el filme posee una estructura clásica, es decir presentación de personajes, presentación del conflicto, relacionamiento entre ellos, resolución de la historia, haciendo que la narración sea muy cercana a la de cualquier filme de índole histórico, de hecho, hasta parece haber sido producida y filmada hace ya muchos años (esto fue a propósito o ¿es un filme que atrasa?). Con un material tan rico, la propuesta podría haber sido otra.
Al igual que el registro. Por momentos los gags hacen que se corte cierto tono dramático que se quiere imponer. Y en otros el humor organiza las mejores escenas. Entonces uno entra en la disyuntiva acerca de qué tipo de película está viendo, obviamente más allá de enmarcarse en el género bélico. ¿Esto es una comedia, es un drama, es una película de acción?, ¿qué es Operación Monumento?
También se diluye un planteo inicial sobre una historia de venganza, relacionada al personaje que interpreta Cate Blanchett (Claire Simone), una asistente de los nazis a quien le sucede algo con un familiar y decide tomar armas en el asunto. Este personaje es el más rico de todo el filme y es lamentable que no se haya profundizado más en él y se escoja la ridiculización con una escena cursi y banal como la de la cena con Granger (Damon).
Otro elemento que no ayuda a la generación de climas acordes es la banda sonora, presente de manera extradiegética en casi cada fotograma del filme. Menos es más Clooney y hay veces que sólo con las imágenes se cuenta mucho más y se genera más tensión que con la música. A pesar de las actuaciones impecables de Blanchett, Murray, Damon, Goodman y hasta el propio Clooney, en “Operación Monumento” hay algo que no termina por convencer y hace que la película fagocite lo interesante del tema real cayendo en lugares comunes y golpes bajos innecesarios.