Omar

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Lealtades que valen

La primera película palestina candidata a un Oscar es un thriller con tintes político y también romántico.

El conflicto entre palestinos e israelíes ha tenido en el cine distintas maneras de abordaje, y la de Omar parece de las más sensible, o al menos fácil de atender. Porque los personajes palestinos sienten la ocupación israelí e integran la resistencia, y la película no se queda en cuestiones políticas, sino en los lazos que los unen, en una historia -convengamos, fuerte-, pero también de amor.

Hay tres jóvenes amigos. Tarek (Eyad Hourani) es hermano de Nadia (Leem Lubany), de quien están enamorados los otros dos, Amjad (Samer Bisharat) y Omar (Adam Bakri). Los hombres son militantes de una brigada de la resistencia, y tras el asesinato de un soldado israelí, Omar es capturado y puesto en prisión. Torturado, no rebelará quién apretó el gatillo.

Pero Rami (Waleed Zuaiter), el oficial israelí que tiene su caso, lo pone contra la pared. Si no coopera e informa quién fue, pasará la vida encerrado, sin poder ver a su amada ni a sus seres queridos.

A partir de allí, Omar -que fue la primera película palestina en ser candidata al Oscar al mejor filme hablado en idioma extranjero, el año pasado, lauro que gano La grande bellezza- dejará más claros sus temas. Los dilemas de la lealtad, los de la amistad y el amor, y los de la patria.

El filme de Hany Abu-Assad (El paraíso ahora), palestino nacido en Nazareth, es una suerte de thriller con un costado romántico.

Omar, que se mantiene en buena forma pese a las torturas, también tiene que cuidarse entre su propia gente, ya que algunos lo señalan como un traidor. Porque ¿cómo es que lo dejaron en libertad? ¿Es porque es un soplón?

Todo el entorno está politizado. Las estrechas calles por las que en más de una oportunidad Omar debe correr, huir de las fuerzas enemigas, el muro que separa, todo se recorta con las colinas, la topografía original se ve también shockeada con la que imponen los hombres.

Cada vez que Omar, o Nadia o el personaje que se elija abre la boca, el que lo escucha no sabe si está diciendo la verdad, o no. Están inmersos en una situación en la que la deslealtad parece más común que la confianza.

Omar no es un alegato, es un drama con su costado romántico, un filme de ambiciones precisas, cuyo desenlace es abrupto. Tanto -¿hay solución posible al conflicto entre israelíes y palestinos?- como el que la historia que cuenta ameritaba.