Olé, el viaje de Ferdinand

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Contra las masacres de la tauromaquia

El brasileño Carlos Saldanha es uno de los mejores directores de animación trabajando en el mainstream hollywoodense de nuestros días, recordemos para el caso la estupenda Rio (2011), su secuela del 2014 y los primeros capítulos de la franquicia iniciada con La Era de Hielo (Ice Age, 2002). Olé: El Viaje de Ferdinand (Ferdinand, 2017) es su regreso a la realización, una película que si bien es más humilde a nivel de la típica fastuosidad visual de un tanque para niños de estas características, ahora producido por Blue Sky Studios y 20th Century Fox, asimismo trabaja con mayor eficacia y profundidad la dimensión conceptual: para aquellos que aún no lo sepan, vale aclarar que hablamos de una doble adaptación/ remake/ extensión a largometraje de La Historia de Ferdinand (The Story of Ferdinand), el famoso libro infantil de Munro Leaf, y Ferdinand, el Toro (Ferdinand, the Bull, 1938), sin duda uno de los mejores cortometrajes del período clásico de Walt Disney.

La tarea era de por sí bastante ambiciosa porque las obras de Leaf y de la compañía creadora de Mickey Mouse continúan siendo muy populares en muchas partes del globo, principalmente porque ambas atravesaron distintas prohibiciones y vedas a lo largo del Siglo XX debido a que diversos regímenes dictatoriales -y de los otros, las democracias capitalistas probélicas- han considerado al personaje central una alegoría del pacifismo y el respeto por el prójimo, axiomas/ preceptos que nunca fueron muy aceptados que digamos por la humanidad. Saldanha honra la estructura paradigmática del relato y la aggiorna vía sus marcas registradas de siempre, léase muchos colores pasteles y un diseño de personajes sutilmente caricaturesco, a lo que se suma una multiplicidad de palabras y nombres en castellano que condimentan el contexto de la historia, España en esta ocasión, así como el mismo recurso hizo lo propio con respecto a México en la excelente Coco (2017), de Pixar.

Al comienzo de la trama Ferdinand es un becerro amante de las flores y de naturaleza serena que crece en Casa del Toro, un rancho en Sevilla de cría/ entrenamiento de toros para corridas. Luego de la muerte de su padre en una de las susodichas, algo no del todo comprendido por los animales, el protagonista escapa y eventualmente termina en una granja de flores, cuya familia propietaria lo adopta y le brinda amor. El animal con el tiempo se transforma en un toro gigantesco y fuerte que un día, mientras está en el pueblito de turno con motivo de un festival anual de las flores, es picado por una abeja, lo que desencadena un alboroto mayúsculo en el que el clan lo pierde de vista y así el muchacho es atrapado y llevado de vuelta a Casa del Toro, un lugar en el que su impronta anti-violencia chocará con el ideario intolerante de los otros toros, quienes consideran que la única forma de escapar del destino funesto del matadero es ser rudos e implacables con el objetivo de que los elijan para las corridas. A la par de que entabla amistad con una cabra un poco demente llamada Lupe y conoce a un grupo de erizos que suelen entrar y salir del establecimiento como si nada, Ferdinand tendrá que derribar los prejuicios de sus colegas y por supuesto terminará descubriendo que las corridas no son lo que el resto de los toros creen, más bien todo lo contrario, circunstancia que a su vez derivará en un intento de fuga.

Un punto muy a favor del convite es que el protagonista en ningún momento traiciona su temple sosegada y así el eje del cambio identitatio -plataforma tradicional de los cuentos infantiles- pasa a su entorno, a los otros toros, lo que por cierto está bien encauzado porque el desarrollo se siente natural, quizás con la idiosincrasia de cada personaje subrayada un tanto “a lo bestia” pero por ello mismo encantadora cada una de ellas. Olé: El Viaje de Ferdinand no evita su sustrato álgido y hasta se mete de lleno en él mediante la llegada a Casa del Toro de El Primero, un torero egoísta y sanguinario que pretende seleccionar al animal más bravo para una última corrida antes de retirarse, lo que permite en un inicio incorporar la dialéctica de la lucha interna de los campos de concentración en pos de la supervivencia y luego eventualmente llegar al mítico desenlace que todos conocemos por el libro de Leaf y el corto de Disney (hoy un “poco demasiado” optimista en eso de confiar en que el pueblo puede cambiar, no obstante mucho no se puede decir porque estamos frente a una propuesta infantil que ante todo procura transmitir una semblanza luminosa). El opus de Saldanha denuncia las masacres horrendas de la tauromaquia, refuerza la actitud pacífica individual y ofrece una maravillosa persecución en Madrid y escenas hilarantes cortesía de Lupe, los erizos y esos tres corceles bailarines -vecinos de los toros- con acento germano…