Océanos

Crítica de Mex Faliero - CineramaPlus+

Si bien estamos acostumbrados a trabajos donde la cámara se coloca en lugares imposibles y la fotografía captura una paleta de colores inusual, el mundo animal es tan sorprendente en formas y en estética que siempre hay algo nuevo por ver.

Noticia de último momento: un documental sobre la naturaleza que no utiliza la voz en off para psicoanalizar animales y dar lecciones de vida. Solo esto ya eleva el film por sobre la media. Océanos funciona en oposición a La marcha de los pingüinos o La familia suricata: mientras estos deconstruyen el mundo animal como si fuera el humano, este trabajo de Jacques Perrin y Jacques Cluzaud apuesta sus cámaras alrededor de la fauna marina y se detiene a observarla. En exclusiva.

Lo que se ve en Océanos es maravilloso. Si bien ya estamos acostumbrados a este tipo de trabajos, donde la cámara se coloca en lugares imposibles y la fotografía captura una paleta de colores inusual, el mundo animal es tan sorprendente en formas y en estética que siempre hay algo nuevo por ver. Si bien falta cierta organicidad que justifique la sucesión de secuencias, el preciosismo visual alcanza como para que la experiencia de verla en un cine resulte satisfactoria.

Ahora -y siempre hay un pero-, pasa algo particular con este tipo de documentales sobre la naturaleza que se han puesto de moda en los últimos años. Por un lado, el género fue tan abordado por la televisión que cuesta encontrar algo nuevo: básicamente este trabajo se justifica por la utilización de la pantalla grande y la precisión de las cámaras; y por otra parte la militancia acerca de políticas ambientales termina convirtiendo a estos documentales en nada más que un agregado, un envoltorio para causas mayores.

Si bien decíamos que la voz en off no trataba de psicologizar actitudes animales, derrapa por otro costado: el de la bajada de línea. Océanos, en su última parte, busca cerrar el concepto que había quedado preciso con las imágenes y se repite en el pedido de conciencia al humano que mira. Lo hace demasiado subrayado desde lo oral y, encima, aporta unas imágenes algo cruentas e innecesarias. El problema con esta voz en off es que resulta la mayoría de las veces innecesaria y reiterativa respecto de las imágenes, y sensacionalista en su fase aleccionadora.

Entendemos que la concienciación es necesaria, pero no a costa de lastrar un producto artístico. Más cuando Perrin y Cluzaud demuestran gran habilidad para encontrar lo maravilloso ahí, donde surge espontáneamente. La imagen de un tiburón nadando plácidamente junto a un ser humano es mucho más efectiva que esas otras de la masacre que genera el hombre en el mar. Mostrar la belleza de este espacio, azul y profundo, alcanza para que comprendamos la necesidad de conservarlo por sobre todas las cosas.