Nosotras sin mamá

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

En esta ópera prima argentina hay fuerte unidad de acción, tiempo, lugar y personajes: en un día de verano, en la casa de su madre que ha muerto recientemente, tres hermanas deciden sobre el futuro del inmueble. Se trata de una propiedad venida a menos -pero con fondo- en Almagro (según el documento que se alcanza a ver, entre Guardia Vieja y Humahuaca). Las referencias directas al barrio son esa, fugaz y casi descartable, y otra más insistente en boca del agente inmobiliario, único personaje masculino que se ve en la película y que aparece solamente en el prólogo. En esos primeros minutos, planteados para establecer informativamente el relato, son acuciantes los riesgos de naufragio de la película de Eugenia Sueiro en un costumbrismo barrial. El agente inmobiliario tiene el pantalón demasiado corto, el peinado demasiado característico, las eses demasiado intermitentes, la puteada demasiado altisonante, el barrio demasiado pintoresco. Las tres mujeres son menos naturales en presencia del tasador. No sólo los personajes, también las actrices se ven afectadas. La incomodidad de esos primeros minutos concluye con los títulos iniciales, que nos dicen que la película se llama Nosotras sin mamá , que impone la primera persona del plural en femenino y frente a una ausencia femenina, la ausencia femenina.

Teresa, Amanda y Ema se llaman las tres hermanas que deben decidir el destino de la propiedad, a la que cada tanto llaman "la quinta", como añorando un pasado más grande, o al menos pensado como tal. Una de las hermanas vive en Europa y está a punto de volverse, otra tiene problemas económicos; otra, la menor, tiene otras preocupaciones.

Nosotras sin mamá es una película de interacciones, de peleas, de contactos (los primeros planos de besos y caricias son nucleares), de exploración de ese lazo fundamental de la hermandad, del lazo particular de la hermandad femenina adulta y de la conmoción por la reciente pérdida de la madre, que lleva al duelo y sus consecuencias (por supuesto, la decisión sobre la casa es apenas la superficie narrativa). Entre detalles con sólida lógica y singularidad -el papel higiénico terminado y la sacudida en el inodoro de la hermana mayor- y otros más obvios y transitados como el vómito también en el inodoro (esta es una película íntima), en casi todo momento el trío protagónico sostiene la delgada trama del relato. Un relato modesto que, por momentos, cuando hilvana situaciones fluidas y no las corta con alguna nota en falso en forma de énfasis, consigue algo cercano a un retrato de la emoción y las distancias fraternales.