Norman: El hombre que lo conseguía todo

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Norman, el hombre que lo conseguía todo: antihéroe en el centro del poder

Nacido en Nueva York, pero criado desde pequeño en Israel, el guionista y director Joseph Cedar consiguió trazar un puente entre esos dos lugares con esta tragicomedia con personajes de ambos orígenes. En una de las mejores actuaciones de su carrera, Richard Gere interpreta al Norman del título, un veterano fixer de Manhattan sin demasiada fortuna como consultor y lobbista en las altas esferas del poder (léase negocios financieros y relaciones con la élite política).

Sin embargo, de manera casual empieza a entablar una amistad con Micha Eshel (Lior Ashkenazi), un funcionario israelí que tres años más tarde se convierte en primer ministro de ese país. De la noche a la mañana, Norman se transforma en una celebridad en Nueva York, sobre todo en el marco de la poderosa e influyente comunidad judía. A partir de ese súbito reconocimiento comenzará su ascenso, pero también su padecimiento. Como en todo el cine de Cedar (Beaufort y Pie de página), Norman apuesta por un tono que está en ese impreciso límite entre el realismo (con incisivas y distinguidas observaciones psicológicas) y el grotesco (con alegorías un tanto obvias sobre la hipocresía, la doble moral y la manipulación del poder).

Lo mejor del film tiene que ver con la posibilidad de identificarnos o incomodarnos con las distintas facetas y matices del antihéroe, un tipo en ocasiones bastante gris, pero con irrupciones brillantes; por momentos sumiso y acomodaticio; en otros, noble y leal.