Nomadland

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Nomadland es la película de la que todo el mundo habla, pero muy pocos vieron. A días de muy probablemente ganar el Oscar, ¿por qué conmueve este filme con Frances McDormand que estrena hoy en la Argentina?

Una punta es que, en cierta situación, un personaje se plantea cuál fue el momento más feliz de su vida.

Y si las películas nos permiten proyectarnos en sus historias, y sus protagonistas, la sensibilidad con que Chloé Zhao muestra a sus personajes implica una invitación bienvenida a abrir los sentimientos.

Ya ganó 216 premios internacionales -y la cuenta sigue en aumento- desde que tuvo su première internacional de manera presencial en el Festival de Venecia, en setiembre de 2020.

Hay distintos modelos de vivir, y de entender e integrar una sociedad. La que planeta Nomadland es distinta a la que tenemos.

“Somos houseless, no homeless”, dice Fern. No tienen casa, pero no es que no tengan un hogar.

Veamos.

La gente con la que se cruza Fern está como ella, preguntándose qué hacer con su vida.

Fern decide vivir de manera nómade, como indica el título, por voluntad propia. Es cierto que Empire, en Nevada, la ciudad en la que vivía junto a su esposo, desapareció del mapa cuando la fábrica de yeso en la que trabaja con él cerró.

Pero nadie la obligaba, cuando enviudó, a vender sus cosas, poner lo que le queda en un depósito, comprarse una casa rodante y salir a recorrer el Oeste estadounidense.

La crisis de 2008 la golpeó, pero no la derrumbó.

Así, tendrá trabajos ocasionales, como golondrina, alguna vez lo hará en Amazon y volverá al año siguiente. Dormirá en su remolque, pasará frío, se asustará alguna noche. La dejarán o no quedarse en un estacionamiento público.

La mirada de Chloé Zhao -segura ganadora del Oscar a la mejor dirección, por lo que será la segunda en lograrlo en 93 años de historia de la Academia- es claramente humanista y comprensiva. Con Fern y con quienes la rodean eventualmente.

Porque a excepción de McDormand, que como Fern pasó los 60, y David Strathairn (Dave), que puede trabajar en Buenas noches, y buena suerte, también en Godzilla y en Nomadland, el resto de los personajes de la película son no-actores.

Esa búsqueda de la “verdad” que dicen emprender los realizadores que en vez de contratar actores hacen que las personas se interpreten a sí mismos, funciona en Nomadland porque las historias -mínimas, porque aquí lo que importa son las relaciones- nos llegan.

Conmueven.

Pero no es que interese la forma y no tanto el contenido. En los diálogos que Fern tiene con otras nómadas se llega a preguntas significativas, pero no solemnes.

¿Cuál es el momento más feliz de nuestra vida?

El ritmo de la película es pausado, pero no moroso. Hay una diferencia. Como seguramente la hubiera sino fuese Frances McDormand quien prestara su rostro, su cuerpo, su voz y sus expresiones a Fern.

Pero que se entienda que Nomadland es más que la actuación de la actriz ganadora de dos Oscar, por Fargo y por 3 anuncios por un crimen. McDormand no se pone la película al hombro, porque Zhao tampoco se lo indica, se lo señala o sugiere.

Nomadland no es una película en la que se distinga entre buenos y malos. No.

Zhao comparte la mirada de Terrence Malick, y Nomadland nos trae recuerdos, comparaciones con Proyecto Florida, el filme de Sean Baker.

Autenticidad. Eso es lo que comparten.

Deténgase a pensar un minuto cuántas películas le plantean lo mismo, le preguntan cuál fue el momento más feliz de su vida.

Quizás allí esté una respuesta a por qué todo el mundo habla de Nomadland.