Nocturna | LADO B | La noche del hombre grande

Crítica de Maximiliano Curcio - Revista Cultural Siete Artes

A la manera de antiguos pero nunca obsolescentes discos de vinilo, los lados A y B de “Nocturna” nos traen el encanto de dos películas que se complementan entre sí. Ambas formaron parte de la última edición del Festival Buenos Aires Rojo Sangre, el más antiguo festival de cine fantástico de Latinoamérica. A lo largo de las últimas dos décadas, hemos podido encontrar aquí y solo aquí el tipo de cine fantástico, bizarro e independiente con el que los amantes del género pueden deleitarse. Es el lugar indicado para conocer un film como “Nocturna”. Su concepción se conforma como un ambicioso díptico contracultural de arte y ensayo, que ofrece un abordaje audiovisual de lo más provocativo dentro de nuestra cinematografía.

Una serie de situaciones espeluznantes y paranormales ocurridas en su apartamento inquietan la imaginación del director Gonzalo Calzada. El ejercicio cinematográfico del fuera de campo lo lleva a indagar en aquel aspecto misterioso que conforma una realidad paralela, en las antípodas de la búsqueda estética que representara su debut con el largometraje “Luisa”. Puede un evento de tintes fantasmagóricos atravesar la noche eterna de esta interesantísima ficción. Dos mitades complementadas, dos películas que enfocan una misma historia. Mientras el “LADO A” persigue formalismos narrativos y una puesta en escena que conforma sus elementos mediante el paradigma clásico. El “LADO B” encuentra su anverso perfecto, más disruptivo y experimental, abriéndose a nosotros como un prisma de múltiples caras.

Rodada en fílmico (en súper 8 y 16 mm), cintas de celuloide de distintas emulsiones y formatos se adaptan a un contexto de escritura y dirección actoral improvisado. La variedad de texturas estimula nuestros sentidos. Sin forzar la propuesta, Calzada encuentra puntos de conexión cronológica con lo relatado en su lado opuesto. El viaje ha comenzado bordeando la circunferencia de su propia cinta de Mobius, y el autor buscará demostrarnos que toda historia posee su costado oculto. La cinta pretende reflexionar acerca de la pérdida de la memoria, examinando pros y contras de una moneda de dos caras. Un ser humano en crisis también disfraza la posibilidad redentora. Cambiamos, al fin, nuestra piel.

Inquiriendo en la (aparente) mitología acerca del acto migratorio de los elefantes a la hora de morir -aspecto que se nos sugiere en el subtítulo del film-, el film funciona también en su aspecto reflexivo acerca de nuestra condición de finitud. En la calidad y singularidad que desprenden sus casi setenta minutos de duración, algunas virtudes destacan de modo preponderante: el tour de forcé interpretativo del legendario Pepe Soriano y la utilización el dispositivo audiovisual como una amalgama de forma y contenido que potencia el valor intrínseco del miedo como elemento genérico. Finalmente, una historia que nos habla de perdón y redención desde un sentido dramático en extremo dificultoso de encasillar.