Noches de encanto

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Baila conmigo

Christina Aguilera es la joven que quiere triunfar en el music hall, pero Cher gana por robo.

Hay gente capaz de convertirse en lo que sueña, y otra, de reconvertirse cuando aquello que anhelaba ya lo consiguió. Y ambiciona más.

Ali es la típica joven que se harta de vivir en un pueblito y marcha atraída rumbo a las luces de la ciudad. Tess lo ha tenido todo, marido incluido, pero ahora regentea Burlesque, ya no canta ni baila y el marido pasó a ser su insoportable socio en el negocio. Un negocio que no funciona bien y que está a punto de tener que vender.

A menos que...Los puntos suspensivos los puede llenar el lector.

Noches de encanto es un musical con una base tan recorrida por el cine y la TV que apenas uno termina de acomodarse en la butaca sabe que mejor será enfocar la atención en los números musicales, alguna actuación y dejar la trama en sí a un costado.

El contrapunto entre Christina Aguilera y Cher, Ali y Tess, no es tal, o nunca llega a realizarse, sencillamente porque es, casi, como comparar a Messi con Eber Ludueña. A sus 64, Cher afronta dos números musicales en los que demuestra tener no sólo presencia y prestancia escénica, sino que no hace falta gritar para conmover, algo que el timbre de voz de la nueva estrella aquí no disimula nunca, y el director debutante Steven Antin tampoco se preocupa por camuflar o encubrir.

A la elegancia de esos cuadros musicales, con una cuidadísima iluminación y ajustado timing, y en los que Aguilera sostiene sus agudos a más no poder, se le suma la presencia de Cher. Que puede o no estar frente a cámara, pero que es ineludible.

Noches de encanto no es solamente la historia del ascenso de una jovencita que debe sobreponer prejuicios y celos más ajenos que propios para triunfar en el show business. En la figura de Tess, su supuesta decadencia, que no es tal, radica la mirada más fina que irradia el relato.

Tal vez el encierro del musical en el ámbito oscuro del Burlesque le saque “aire” a la narración. Por allí se pierde entre mohínes Stanley Tucci y, en la entrada del local, Alan Cumming, que fue un magnífico Emcee en el Cabaret de Sam Mendes en teatro.