Noches de encanto

Crítica de Natalia Trzenko - La Nación

Christina Aguilera debuta en un film que destaca su capacidad vocal

El cuento es tan simple y antiguo como un melodrama decimonónico. Chica de pueblo, pobre pero honesta y talentosa, viaja a la gran ciudad para triunfar. Que en esta caso la gran urbe sea Los Angeles no modifica en nada el relato de Noches de encanto . Como un cuento de hadas que cambia el castillo y el príncipe por un local de varieté y un barman con aspiraciones de músico, el film dirigido y escrito por Steve Antin -es su ópera prima-, sí mantiene la ilusión de atemporalidad y fantasía además de la figura del hada madrina. Así, Ali, interpretada por Christina Aguilera, deja su pueblo natal en busca de su destino cargada con una vieja valija y una voz excepcional que pone en práctica a los pocos minutos de comenzado el film. Rápidamente queda claro que la pasión y el lugar en el mundo de la inocente Ali es el local nocturno que regentea Tess, una Cher que le hace justicia a su leyenda de ícono de la canción pop y la ornamentación exagerada al estilo Las Vegas, aunque a esta altura se parezca a su propia estatua de cera. Junto a ella, en el cabaret de luces tenues y cuerpos sinuosos apenas vestidos, aparece Sean, su fiel ladero, interpretado por el gran actor Stanley Tucci (que aquí repite casi calcado el personaje que hacía en El diablo viste a la moda). Pero Tucci no es el único intérprete que el directordesperdicia. Por allí aparece Alan Cumming, cuya interpretación teatral del maestro de ceremonias en el musical Cabaret le otorga al film cierto parentesco con Bob Fosse, aunque el actor sea más una nota al pie de la historia que un personaje.

Más allá de su relato básico, el mayor acierto de Noches de encanto son los números musicales que, sin ser especialmente originales, consiguen explotar al máximo las capacidades musicales de Aguilera. Quien además de mostrar el alcance de sus "pulmones de mutante" como dice la villana-una desdibujada Kristen Bell-, consigue hacer creíble a su personaje especialmente en las escenas más livianas de la historia. Los pequeños momentos más dramáticos que el guión le exige tal vez hayan quedado un poco por encima de las posibilidades de la novel actriz, que parece recuperar la vitalidad cada vez que se pone las lentejuelas y se sube al recargado escenario.