No toques dos veces

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

La bruja mala del este

Situándose en las antípodas con respecto a la formalmente similar aunque fallida Nunca Digas su Nombre (The Bye Bye Man, 2017), el último trabajo del británico Caradog W. James, el mismo de la interesante The Machine (2013), es un intento exitoso en pos de retomar los engranajes narrativos del terror basado en leyendas urbanas, esa dimensión de la mitología moderna que reclama que algún pobre infeliz haga -o deje de hacer- algo para desatar un vendaval de sucesos extraños, acoso y muerte. No Toques Dos Veces (Don't Knock Twice, 2016) funciona como un nuevo mojón dispuesto a colaborar en la buena salud de un horror contemporáneo que continúa diversificándose de una manera prodigiosa gracias al hecho de que un importante número de realizadores ha decidido empezar a dejar de lado los estereotipos quemados del mainstream y beber de fuentes más añejas y valiosas.

La trama gira alrededor de la relación malograda entre Jess (interpretada por la siempre eficaz Katee Sackhoff, una veterana de la televisión y los sustos en general) y su hija Chloe (la también hermosa Lucy Boynton): mientras que la primera es una escultora y adicta en recuperación que está casada con Ben (Richard Mylan), un ejecutivo bancario, y que tuvo que renunciar a su hija hace nueve años por miedo a lastimarla por su enfermedad, Chloe es una joven que se ve obligada a recurrir a su madre cuando ella y su amigo Danny (Jordan Bolger) deciden tentar a la suerte tocando dos veces en una casa supuestamente habitada por una bruja, lo que deriva en la desaparición del muchacho y el hostigamiento a cargo de la susodicha para con Chloe. La leyenda de turno dice que el primer golpe en la puerta despierta a la hechicera devoradora de niños y el segundo la levanta de entre los muertos.

Con el fin de no adelantar demasiado sólo diremos que la película coquetea con algunos elementos del J-Horror pero nunca cae en la parafernalia de los fantasmas vengadores y los jump scares cronometrados porque prefiere jugar en simultáneo con un misterio en torno al suicidio de la habitante original de la tétrica morada, Mary Aminov (Ania Marson), una investigación que llevó adelante años atrás el Detective Boardman (Nick Moran) sobre el secuestro de un niño y la posibilidad de que todo tenga que ver con Baba Yaga, una entidad paranormal del este europeo que necesita de esclavos humanos para poder alimentarse de pequeños y demás actividades non sanctas. Dicho de otro modo, No Toques Dos Veces posee la astucia suficiente para vincular el sustrato de base de las leyendas urbanas con una intriga bien desarrollada conectada asimismo con las fábulas macabras de tiempos remotos.

¿Pero exactamente cuál es el secreto del film para redondear una experiencia mínimamente enriquecedora dentro de los parámetros del terror? De hecho, el enigma es muy sencillo de resolver a nivel discursivo y lo que suele faltar es valentía y convicción por parte de los cineastas: el opus de James no pierde tiempo con escenas introductorias larguísimas que trabajan sobre clichés y opta en cambio por adentrarse de inmediato en la invocación del engendro del infierno y sus ataques vía secuencias bien administradas, con momentos de verdadera angustia. Desde ya que hablamos de una especie de “versión popular” -y por demás inferior- de La Bruja (The Witch: A New England Folktale, 2015), no obstante lo realizado por el director y los guionistas Mark Huckerby y Nick Ostler alcanza para que estemos ante una obra cumplidora que aprovecha los resortes e intersecciones del género…