No soy Lorena

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Búsqueda de identidad

Se elogia y no tanto una película como No soy Lorena, ópera prima de la realizadora chilena Isidora Marras, con algún aporte local desde el actor Lautaro Delgado.
Se elogia por la hábil descripción de un mundo triste y taciturno con la protagonista como centro (Loreto Aravena, buen trabajo), padeciendo la enfermedad de su mamá y atendiendo una y otra vez los llamados telefónicos que preguntan por una tal Lorena Ruiz.
También es válida la alabanza cuando el film se mete en una zona laberíntica, con aire kafkiano, donde ese nombre desconocido empieza a invadir la privacidad de la frágil pero también fuerte Olivia, cargando con deudas ajenas, inestabilidades emocionales y afectivas y un contexto que oprime y cercena la libertad individual a través de voces anónimas y empresas ajenas pero siempre redituables.
En oposición, No soy Lorena entrega un amplio abanico temático que recorre algunas de esas zonas, en tanto, otras traslucen como meras apostillas del entorno. La calle dice presente a través de manifestaciones estudiantiles en contra de la educación cara y onerosa, pero el dato queda ahí. Olivia tiene un simpático vecino, un chico gay, como el de tantas películas donde se traza una amistad entre una protagonista desconcertada y un muchacho siempre dispuesto a ayudar a “la vecina de al lado”.
La cámara sigue cada uno de los movimientos del personaje central como una rémora de la puesta en escena del cine de los hermanos Dardenne: ella con su música, ella caminando por la calle, ella tratando de solucionar esa inesperada y ya molesta invasión a su privacidad. La referencia y la cita siempre es bienvenida, pero en el caso de No soy Lorena, lo explícito le gana la partida a la apuesta original.
La idea del film surgió por situaciones parecidas que viviera la directora en relación con un supuesto error empresarial que se entromete en una vida ajena. Por lo tanto, ahí están los mejores momentos de la historia: aquellos en donde la identidad se confunde y se mezcla en una zona difusa que puede terminar en el desequilibrio mental y en la pérdida del tiempo y del espacio. El resto, aquello que rodea a este centro narrativo, resulta poco eficaz, casi de “relleno” y bastante gratuito al argumento central.