No respires

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

Terror con alta tensión

No respires es un intenso thriller de terror que mantiene la tensión todo el tiempo. Es la segunda y consagratoria película del director uruguayo Fede Alvarez.

Lo más importante en una película es la puesta en escena. Son los planos y los movimientos de cámara los que van a determinar eso que se conoce como atmósfera. Y si se suman situaciones y actuaciones verosímiles, la armonía entre forma y contenido está asegurada.

Esto es lo que logra el uruguayo Fede Alvarez en No respires, su segunda película después de la bien recibida Posesión infernal (Evil Dead, 2013), remake de la clásica de 1981 de Sam Raimi, quien además figura como productor.

El filme cumple con los tres requisitos básicos de toda buena película de terror: atmósfera, tensión, verosimilitud. Desde el comienzo, Fede Alvarez atrapa con un plano secuencia aéreo e instala el misterio para luego desarrollar la historia de tres jóvenes que entran a robar dinero en la casa de un veterano de guerra ciego.

Lo que los jóvenes no saben es que el anciano no es un ciego inofensivo, sino un monstruo capaz de recorrer la oscuridad de su casa como si fuera el alien en el Nostromo, la nave de El octavo pasajero.

El principal mérito de Fede Alvarez es que mantiene la tensión durante toda la película. Es una historia que tiene algo de tiempo real, ya que casi siempre transcurre dentro de la casa del ciego. El filme tiene vueltas de tuerca efectivas. Y aunque aparezcan algunos descuidos, nunca alteran el producto ni llegan a quebrar la verosimilitud.

Entre las muchas virtudes de No respires, están su habilidad para moverse en espacios reducidos y su capacidad para que el espectador se sienta identificado con las víctimas, gracias a los movimientos de la cámara subjetiva (que imita los movimientos de la cabeza).

El guion es simple pero autoportante y monolítico, centrado más en el desplazamiento de los personajes por la casa que en los diálogos, convirtiéndose por momentos en una micro coreografía con niveles de tensión muy altos.

Cuando el personaje del ciego cobra voz (enorme interpretación de Stephen Lang) es uno de los mejores momentos del filme, porque le da una dimensión perversa que refuerza el suspenso. La voz del ciego no hace más que reafirmar el mal que ejerce.

No respires tiene imágenes de película de terror, pero el ritmo es el de un thriller intenso y clásico. Cuando las historias funcionan, el espectador empatiza con los personajes, se sienten identificados. No respires hace participar al espectador y este es su verdadero triunfo.