NK

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Hombre, política y mito

El juego de encuadres, el discurso directo y el movimiento de imágenes muestran los alcances de un film inteligente que pone en foco la vida militante del ex presidente.

De diferentes maneras puede valerse el documental cuando decide afrontar la vida de un personaje público de notable importancia. Por un lado, el discurso directo, sin ambigüedades, donde los responsables construyen la mitificación eligiendo el camino del testimonio y la imagen de archivo que neutraliza cualquier duda.
Desde otra mirada, un trabajo de estas características también puede atestiguar su cometido confrontando una serie de interrogantes, productivos y manipulables, para llegar a la entronización del mito. Ambos emprendimientos resultan válidos y hablan de las posibilidades del género, su amplitud de criterios, el lugar que ocupa el realizador en relación a la significación del personaje.
Y hay otro camino, entre tantos otros, que es el que tomó Caetano para construir su trabajo sobre Néstor Kirchner: hacer un recorte de su figura, entrometerse en su vida política para luego comprender al hombre, seleccionar los momentos de acción del personaje antes que los cotidianos, descartar cualquier testimonio para dejar lugar a la contundencia de las imágenes, a la potencia de los discursos, a una carrera política construida desde bien abajo, o bien al sur, ejemplificada a través de su postura política y social, junto a sus ideas y a todo aquello que caracterizó al ex presidente.
En ese sentido, el trabajo de Caetano elige una narración acronológica, supeditada a una estructura estilo rompecabezas, propuesta al espectador para que arme las piezas desarticuladas del personaje y su historia política. Vaya desafío el de NK, bienvenido entonces, al mostrar a un Kirchner en diversos cargos y facetas públicas y ocasionalmente privadas. wEl gobernador, el presidente, el vencedor, el derrotado, el familiar, el hombre del riñón del peronismo, el periférico al movimiento de masas, el brillante orador, el que mira y fulmina a Bush en la reunión por el ALCA en aquellas jornadas de 2005, el que siempre fue al frente y por eso se despidió rápido. Pero Caetano, como Kirchner, sigue para adelante en su apuesta y juega de manera inteligente con los materiales, reconstruyendo a aquellos noticieros de "Sucesos Argentinos" desde la figura de Arturo Jauretche, jugando con encuadres y movimientos de imágenes que dicen más que mil palabras, valiéndose de cada una de las posibilidades del documental en su variable alto riesgo. Como fue el personaje convocado, reflexivo y sin red, al mismo tiempo.
Acaso los pingüinos del final, dentro de esos minutos que apelan a la emoción, sinteticen las pretensiones del documental. No hay mármol ni bronce, sólo un pingüino que venció a la muerte y sigue en su rol de guía frente al estado de las cosas.