Niñato

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Arte y pedagogía en tiempos de crisis

En el cine contemporáneo el viejo y querido campo de lo “no dicho”, otrora un enclave retórico muy visitado, por lo general ya casi no es tomado en cuenta porque hoy por hoy lamentablemente el grueso de la industria está obnubilada con las fórmulas narrativas más explícitas y literales, lo que deriva -en la mayoría de las ocasiones- en un exceso de explicaciones que definitivamente destrozan ese mínimo halo de misterio que debería enarbolar todo relato para despertar la curiosidad del espectador de turno. Por supuesto que esto se condice con una transformación progresiva de los criterios de consumo cultural orientada a relegar al circuito festivalero a las películas que exigen “un poco más” al que ve, al mismo tiempo condenando a esas propuestas a una salida comercial bastante limitada si la pensamos en relación al resto de los estrenos (nos referimos al mainstream, aunque gran parte del indie y los ejemplos arties asimismo se suman a esta pereza en el desarrollo).

Quizás el film que nos ocupa, Niñato (2017), no sea el mejor representante en términos cualitativos del rubro de las insinuaciones narrativas, no obstante por lo menos nos sirve para subrayar la falta de obras de estas características en la cartelera actual: entre el drama social y el documental de observación, esta ópera prima del español Adrián Orr, asistente de dirección en las interesantes La Isla Mínima (2014) y El Apóstata (2015), analiza la rutina de los Ransanz, una familia de clase media venida a menos cuya cabeza, David, es un MC treintañero de hip hop que no tiene trabajo estable y vive con sus padres junto a tres niños que cría como propios, dos nenas y un varón llamado Oro (nunca se aclara del todo el lazo concreto entre los personajes en pantalla). Es precisamente el chico el que le genera más dilemas a David porque, como si se tratase de un juego de dobles, está más interesado en obviar los clichés sociales y seguir su propio camino que en realizar las tareas escolares.

La película es una suerte de ampliación/ secuela de un corto previo de Orr, Buenos Días, Resistencia (2013), y en esencia duplica los engranajes formales de antaño: aquí tenemos una serie de tomas secuencia que giran alrededor de la intimidad y la dinámica afectiva del clan, respetando la lógica de la acumulación de escenas que si se ven de manera aislada parecen fútiles pero que en la suma de todas las partes van pintando el retrato deseado, haciendo foco sobre todo en las herramientas artísticas y pedagógicas de las que dispone el protagonista para enfrentarse a los berrinches de Oro a la hora de las “obligaciones” que demandan las instituciones de uniformización social. De hecho, debajo de la superficie doméstica existen dos dimensiones escondidas, la primera relacionada con el conflicto entre vocación y familia y la segunda vinculada a la misma crianza de niños y la posibilidad de hacerse escuchar en una coyuntura de crisis cíclicas como las de España o Latinoamérica.

Si bien la propuesta no ofrece nada en verdad novedoso dentro del terreno de la sencillez expositiva y hasta por momentos puede resultar un poco redundante debido a la repetición de determinados latiguillos/ situaciones a lo largo de la primera mitad del metraje, de todas formas Niñato se las arregla para examinar el proceso creativo de David, la conexión que entabla con Oro y finalmente su faceta más personal, en sintonía con los instantes que comparte con su novia. El máximo logro de la obra sin duda pasa por recalcar que se puede atravesar con dignidad y astucia la triste adecuación que nos impone el mundo exterior bajo la fachada de un ninguneo y/ o una indiferencia que suele llevarnos a la conformidad más automática, lo que desde ya implica renunciar a nuestros sueños y aspiraciones. La marginación asoma su cabeza a cada minuto aunque en simultáneo está contrarrestada vía los enigmas e incertidumbres que subyacen en un porfiar cotidiano valioso y muy austero…