Niñas araña

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

CHICAS EN FUGA

En Niñas araña, que a pesar de ser una co-producción, es un film mucho más chileno que argentino, hay unos cuantos elementos interesantes a partir del foco de su relato, adaptado de una obra teatral que a su vez está basada en hechos reales: tres jóvenes que viven en un asentamiento y que descubren las ventajas de colarse en edificios de barrios de clase alta, robando y pasando varias horas en departamentos donde aunque sea por un rato pueden soñar con una vida mejor.

En el film de Guillermo Helo está el componente realista pero también el artificio, a partir de cómo juega con un tono cuasi telenovelesco, donde las tres adolescentes –Avi, Estefany y Cindy- están atravesadas por dilemas románticos, problemas familiares y lazos de amistad puestos a prueba a partir de las vicisitudes que van afrontando. Claro que en el medio está el retrato social, en el cual el asentamiento donde viven las protagonistas es un escenario de constante violencia física, psicológica, económica y social, con el alcohol como componente esencial. Pero además, también intervienen lo policial y lo mediático, a partir de cómo las andanzas de las chicas van adquiriendo popularidad y quedan bajo la mira no solo de las autoridades, sino también de esa clase pudiente que ve alterada su tranquilidad y aislamiento con la entrada de esas niñas a lugares a los cuales no pertenecen. Esas vías estéticas y narrativas solo se encuentran de a ratos de la forma apropiada, como si la película fuera un rompecabezas en el que solo algunas piezas encajan.

Los mejores momentos de Niñas araña son los que muestran una menor preocupación por el contexto sociológico y en los que la centralidad está claramente marcada por las sensaciones que surcan al trío protagónico. Allí lo relevante es la amistad –fuerte e inestable a la vez- entre ellas, sus sueños, deseos y frustraciones. Dentro de esa vertiente, el personaje que saca ventaja es el de Avi, con su núcleo familiar al borde del estallido y el desalojo, sus idas y vueltas con su novio, y su habilidad innata para delinquir, queriendo escapar de su condición pero al mismo tiempo con dificultades para dar el paso definitivo hacia la fuga.

Quizás la gran debilidad de Niñas araña pase precisamente por el factor del escape, al cual no termina de explotar por completo. Lo más atractivo de la historia está en esa huida hacia adelante de las protagonistas, sin planes sólidos más allá de los sueños, deseos o la necesidad de un respiro del hogar al cual no sienten como propio. Sin embargo, la película se preocupa en exceso por trazar un paisaje socio-histórico que, en vez de sumar, resta al relato, algo que se nota particularmente en el personaje interpretado por Patricio Contreras, que acciona como un puente algo precario entre lo particular y lo general. Cuando Niñas araña recupera el foco en los conflictos individuales y va para adelante sin analizar demasiado todo lo que ocurre alrededor, no solo gana mayor potencia, sino que hasta incluso funciona como un recorte óptimo de las diferencias sociales que han atravesado históricamente no solo a la sociedad chilena, sino de toda Latinoamérica.