Ni un hombre más

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Y todo es cuestión de plata

Dirigido por Martín Salinas, el film protagonizado por Valeria Bertuccelli y Juan Minujín, entre otros grandes actores, es una comedia de amor que recuerda al viejo humor inglés.

Guionista reconocido no solo en Argentina y director de uno de los mejores cortos de Historias breves 7, Martín Salinas se anima a contar una comedia que entremezcla thriller y humor negro con muchos personajes que se conocen de pura casualidad.
El inicio es enigma y sorpresa: una pareja (Valeria Bertuccelli y Juan Minujín) carga con 100 mil dólares y un tipo en el baúl del auto que al poco rato se muere debido a un accidente. La geografía es la selva del Iguazú y la pareja decide hospedarse en una hostería fronteriza, oculta en medio de la vegetación.
Allí aparece un lugareño que atiende el hotel (Piroyanski) y más tarde un guardia (Ziembrowski) con acento acorde al paisaje. Otros personajes irán surgiendo en el lugar en una trama donde dos cadáveres, el dinero deseado y una serie de enredos, equivocaciones y mentiras ventajosas actúan como centro operativo del relato.
En efecto, Ni un hombre más es una comedia que recuerda al humor inglés de antaño y de estos tiempos, con el bienvenido flematismo y la ironía típica de los británicos cuando dejan de mirarse al espejo con su aire autosuficiente y deciden adoptar al género desde su vertiente más oscura.
Pero aquello que sorprende al comienzo de Ni un hombre más termina perjudicando al devenir del relato. Por un lado, los personajes resultan carismáticos y seductores cuando "hacen cosas"” en lugar de explicar los conflictos; por el otro, aquellas acciones iniciales –con un cadáver adentro de un baúl al estilo Hitchcock y la obsesión por el dinero como marca el ABC del policial–, a medida que transcurre la historia, deja lugar a otros personajes secundarios que no suman sino que se acumulan de acuerdo a las piruetas que se establecen desde el guión.
Entonces, el ritmo y la sorpresa decae y surgen los momentos donde se perciben las costuras del libro, la astucia de los guionistas (se necesitaron ¡cinco consultores sobre el tema!) y las reiteraciones de causa-efecto a las que son adictos quienes profetizan que una buena película es aquella que se escribe antes de que empiece a rodarse.
Hay otro punto que hace tambalear la segunda mitad del film, pese al esfuerzo del grupo actoral por gambetear las líneas de un guión que ya descansa en la repetición y en los tics previsibles. El deseo de quienes llegan a la hostería por conseguir algo de la guita, en lugar de aclararse como el único tema, abre las puertas a historias paralelas relacionadas al amor, las traiciones y las infidelidades.
Allí Ni un hombre más pierde la posibilidad de convertir a sus personajes en gente desagradable, obsesionada por el botín, repudiable desde el punto de vista ético. Todo lo contrario a aquello que transmitía el cine de Hitchcock, especialmente, el de su etapa inglesa…