Ni héroe ni traidor

Crítica de Jessica Johanna - Visión del cine

Dirigida por Nicolás Savignone y protagonizada por Juan Grandinetti, Inés Estévez y Rafael Spregelburd, Ni héroe ni traidor es un drama que aborda el conflicto de Malvinas desde el foco de una familia cuando el hijo es convocado para ir a pelear.
Matías es un joven que, después de haber hecho la colimba, ahora pasa su tiempo tocando el bajo y sueña con irse a vivir a España. Nada de eso es lo que espera su padre de él, un hombre que también disfruta de la música pero aprendió a dejar de lado esos “hobbies” para hacerse una carrera. Su madre, en cambio, lo entiende e intenta apaciguar la rigidez de su marido. Al cuadro se le suma el abuelo, español y soldado republicano, que vivió una guerra en carne propia.

Pero esos días tan propios de la juventud, entre amigos, música y una novia, se ven sacudidos por la noticia de Margaret Thatcher declarándonos la guerra por las Islas Malvinas. Y se terminan de interrumpir cuando es convocado por las fuerzas armadas, algo que siente que es su deber pero que, a medida que se va acercando el momento, empieza a hacerle ruido, a provocarle dudas, a darle miedo, un miedo intensificado por una madre que no quiere perder a su hijo en manos de algo absurdo como la guerra.

El guion que escribe Savignone junto a Pía Longo y Francisco Grassi se encarga de retratar estos dilemas, principalmente, en esta familia, pero también a través de las historias de sus amigos. Entre esos cuatro compinches (con muy desparejo desarrollo como personajes) está el más sensible que, desde un principio, siente mucho miedo y piensa en hacer cualquier cosa con tal de no ir, y el que habla todo el tiempo de la lealtad pero se resguarda en un padre poderoso que le permite sacarlo del campo de batalla, sin desertar, consiguiéndole un puesto administrativo. “Alguien tiene que ir”, y si se van a usar esos contactos será sólo para unos pocos, así que, en general, los muchachos transitarán cada uno como pueda la espera hasta que llegue el momento.

¿Qué hay en el medio entre la figura del héroe y del traidor? ¿Querer vivir es traicionar a la patria? ¿A la larga no son todas las guerras una mierda, como dice el abuelo que habla desde la experiencia corpórea? ¿Qué valor tiene la vida humana, la de uno y la del enemigo? Matías cree en acudir al llamado pero pronto se le empiezan a aparecer todas estas preguntas.

Hay constantes planos de objetos que resaltan la ambientación de época, desde los colores hasta los pósters, discos, revistas que se ven. Una ambientación poco sutil, modesta pero remarcada, incluso el estilo visual es propio de aquella década en que transcurre la historia. La banda sonora intensifica, a veces de manera innecesaria, los momentos de mayor tensión.

Ni héroe ni traidor es un drama sobrio, con algunas inconsistencias en su guion y en la construcción de algunos de sus personajes que, al menos, intenta retratar un dilema sin bajar línea, aunque deja en claro la idea de lo absurdo de las guerras. Se le suma un puñado de buenas actuaciones.