Música, amigos y fiesta

Crítica de Santiago García - Tiempo Argentino

El actor y el DJ, tratando de crecer

Los jóvenes que buscan abrirse paso, los adolescentes tardíos que deben madurar al enfrentarse al mundo real. Un tema conocido pero no por eso menos interesante o agotado. Si esos jóvenes son, además, artistas, las reglas del género quedan perfectamente delimitadas.

Los jóvenes que buscan abrirse paso, los adolescentes tardíos que deben madurar al enfrentarse al mundo real. Un tema conocido pero no por eso menos interesante o agotado. Si esos jóvenes son, además, artistas, las reglas del género quedan perfectamente delimitadas.
En esta caso el protagonista de Música, fiesta y amigos es Cole, interpretado por Zac Efron. El joven actor funciona tan bien en esta clase de papeles como también hubiera funcionado en la década del '50. Esto no es una crítica, sino todo lo contrario, es un elogio para su estilo atemporal.
Pero con el carisma de un actor no alcanza. Los lugares comunes se transforman en tales cuando los códigos de un género son trabajados sin frescura, sin la sensación de que son tratados de forma novedosa o auténtica. Y así el mundo de los DJs y la música electrónica que retrata la película solo consigue hallazgos parciales a nivel estético que no son otra cosa más que el natural encanto de la propia música y el montaje de escenas con la esperable estética cercana al videoclip.
La amistad, el amor, el éxito, las lealtades, todo lo uno espera está, pero no hay manera de que eso vaya más allá de la aplicación de manual de cada una de las piezas mencionadas. Curiosamente, una película francesa llamada Eden trató los mismos temas y el mismo universo y se estrenó en Argentina un mes atrás, aunque sus pretenciones y sus logros eran muy diferentes.
Uno puede imaginar películas generacionales como fueron las de Elvis Presley o Fiebre de sábado por la noche con John Travolta, como otros films vinculados con la música y el camino a la madurez del protagonista. Aunque eso es otorgarle a este film que aquí se comenta una relevancia que no hay tenido.
El fracaso estrepitoso de la película en Estados Unidos y su paso seguramente silencioso por las pantallas locales confirmará que es el público, y no los críticos, quien no hay elegido a Música, fiesta y amigos como la representante oficial de sus angustias, deseos y ambiciones. Esas cosas no se imponen, se consiguen naturalmente o no se consiguen.