Música, amigos y fiesta

Crítica de Jesús Rubio - La Voz del Interior

¿Qué es lo que hay que tener para ser un buen DJ? Una laptop, talento y un track para animar a las masas y hacerlas bailar toda la noche. Se podría decir que hay dos tipos de DJ, parados en dos paradigmas distintos: los que ponen la música que la gente quiere y los que ponen la propia. Dentro de estos dos grupos podrá haber subdivisiones o diferentes teorías, pero el control de la bandeja siempre lo tiene una persona con auriculares que adopta una de estas dos maneras de sacudir la pista, de estas dos filosofías para hacer bailar.

Música, amigos y fiesta es la gran sorpresa del año, una de esas películas a las que no se les tiene fe y la rompen. Aunque muchas veces el prejuicio de algunos impide valorarlas como corresponde. La opera prima de Max Joseph, protagonizada por Zac Efron, deja al público extasiado con su soundtrack, en el que el dubstep y los loops incitan a continuar la fiesta hasta que salga el sol.

Cole Carter (Zac Efron) es un aspirante a DJ de 23 años con un agudo sentido del ensamblaje. Junto a sus tres amigos busca la fórmula para ser alguien mejor haciendo lo que le gusta. El lugar al que se circunscribe la historia es el valle de San Fernando, esa franja de tierra al otro lado de Hollywood, cuna de la pornografía. Los cuatro amigos pertenecen a una clase social más bien baja, son los marginados del sistema, los jóvenes desorientados.

Lo único que tienen como vía de escape es el Social, la fiesta a la que van a bailar y a divertirse todos los jueves. En una de esas fiestas, Cole conoce al famoso DJ James Reed (Wes Bentley) y a su amante y asistente Sophie (Emily Ratajkowski), una morocha infartante de quien se enamora automáticamente.

El popular músico advierte el potencial talento de Cole y decide apadrinarlo para perfeccionarlo en el arte de pinchar discos. James pertenece a la generación analógica de disc jockeys. Cole a la digital. El choque entre estas dos tradiciones se ve cuando James le dice a Cole que una buena canción no se hace con sonidos de la computadora sino con sonidos de instrumentos reales.

Lo que sigue es el deambular de los cuatro amigos en busca de trabajo, mientras Cole sigue yendo a la mansión de James a aprender a ser un mejor DJ y a ver a Sophie, con quien empieza un fogoso romance clandestino. Luego surgen los problemas y la tragedia golpea inesperadamente al grupo.

En un momento Cole comprende que el track perfecto, y el que lo llevará a la gloria, tiene que ser un mix de los sonidos que lo rodean a diario (el de una moneda dando vueltas en una mesa, la voz de su amada, el sonido de una perforadora en el techo de una casa, el latido de su corazón), es ahí donde se encuentra escondida la clave del éxito de la música para pastillas.

Max Joseph sabe captar el aire melancólico de la tardes de San Fernando, la atmósfera cargada de nostalgia de esos días en los que los amigos andan a la deriva buscando ser alguien. También es destacable la importancia que le da al sonido hacia el final, acompañado de una estética visual marca MTV que a muchos puristas de la imagen puede molestar.

Música, amigos y fiesta es una experiencia corporal, que convierte a la sala de cine en una verdadera rave.