Mujercitas

Crítica de Rodrigo Seijas - Funcinema

ABRAZANDO LAS CONTRADICCIONES

Si las declaraciones públicas de Greta Gerwig suelen caer en las obviedades de la corrección política que predomina en el Hollywood actual, su cine demuestra mucha mayor profundidad en las ideas que despliega. Cuando tiene que construir historias, es capaz de trazar mundos con potencialidades y límites que interpelan al espectador más allá de los discursos de barricada, en los que las imágenes y acciones de los personajes dicen mucho más que las palabras, que en cierto modo son puestas en crisis. Eso quizás explique que su adaptación de Mujercitas encuentre los espacios más complejos y atractivos para brindar una mirada actual sin resignar o desperdiciar el espíritu de la novela de Louisa May Alcott.

La clave posiblemente esté en el montaje, injustamente dejado de lado a la hora de las nominaciones al Oscar, a pesar de que era una categoría ciertamente competitiva. El estilo de edición que aplica Gerwig (con la indispensable ayuda de Nick Houy, con quien ya había trabajado en Lady Bird) es enriquecedor más allá de los saltos temporales, con idas y vueltas entre el pasado y el presente: es también una herramienta para delinear los espacios que habitan no solo las Hermanas March, sino también otros personajes que las rodean o con los que interactúan. Desde ahí, la película traza límites, potencialidades, choques y, especialmente, contradicciones, que es quizás el gran subtexto del relato de la novela y que emparenta la obra de Alcott con las de otras autoras como Emily Brontë, Jean Webster o Jane Austen.

Lo que entiende Gerwig muy bien es que el gran atractivo de Mujercitas pasa por las luchas más internas que externas que afrontan las protagonistas y cómo esa conflictividad está alimentada por la interacción con otros que muchas veces son hombres. En muchos pasajes ellas mismas, con sus acciones, reacciones, vacilaciones o silencios son sus principales antagonistas, y la puesta en escena de la película trabaja principalmente ese factor desde lo espacial y corporal, desde pequeñas gestualidades o momentos puntuales que implican puntos de quiebre. Lo hace incluso a través del punto de vista, como en una secuencia donde debe informar una muerte. En ese posicionamiento, el foco principal vuelve a llevárselo Jo March (magnífica Saoirse Ronan) pero también hay un peso muy grande de Amy March (excelente performance de Florence Pugh), cuyo accionar cobra mucho más volumen que, por ejemplo, en la adaptación de 1994. En el medio, ese eje de tensiones que es Laurie (Timothée Chalamet), que encarna la mirada masculina pero también la construcción de la visión femenina sobre lo masculino.

Es cierto que en el rompecabezas que monta Gerwig, armando de a retazos el camino de las Hermanas March, conectando tiempos y espacios, hay piezas que no terminan de encajar: por caso, el recorrido de Meg March (Emma Watson) como esposa es abordado superficialmente y el trasfondo que implica la Guerra Civil estadounidense no alcanza a tener el suficiente espesor. Pero a cambio, la cineasta halla la dosis justa de autoconsciencia narrativa para dialogar con la novela y los matices, esos pequeños intersticios donde interpela el presente. Desarrollándolos sutilmente desde las tensiones corporales y gestuales –en eso se parece mucho a la adaptación más reciente de Orgullo y prejuicio, de Joe Wright-, Gerwig encuentra eventualmente el camino para ponerlo en palabras, y ahí tenemos un momento donde Jo admite que desea su independencia como mujer pero que también se siente sola, deseando tener a alguien que la acompañe. Abrazando ese debate interno entre el deseo, el deber, los ideales y hasta lo instintivo, Mujercitas deja en claro que hay luchas que cargan con siglos de historia y que siguen peleándose porque la oposición no está solo en el exterior social, sino también en el fuero íntimo y personal.