Motivación cero

Crítica de Emiliano Fernández - A Sala Llena

La feminidad alternativa.

Sin dudas uno de los puntos más álgidos del séptimo arte históricamente ha sido el cine realizado por, sobre y/ o para mujeres, como si la presencia de las damas condicionase de algún modo la interpretación del film en cuestión y nos obligase a construir un juicio de valor de inmediato. Así como la ciencia no puede escapar del enclave social que la circunda y le da vida, la lectura de las películas denominadas “femeninas” saca a relucir un cúmulo de posiciones acerca del tópico que suelen girar en torno al fundamentalismo más raso (en consonancia con el dualismo antropológico que considera al pene una deformación de la vagina o a la vagina una deformación del pene, según la óptica evolucionista del momento).

En el desfile de posturas relativamente contrastantes encontramos el discurso de barricada de Moolaadé (2004), la abstracción desapasionada a la Innocence (2004), el extremismo de las exploraciones corporales símil In My Skin (Dans Ma Peau, 2002) y esa clásica tonalidad neutra de los trabajos de la gran Kathryn Bigelow. Motivación Cero (Efes Beyahasei Enosh, 2014) esquiva en parte la “responsabilidad” de redondear un alegato sobre el tema y decide concentrarse en cambio en una mixtura entre la rebeldía de Cero en Conducta (Zéro de Conduite, 1933) e If (1968), aunque sin aquel surrealismo visceral, y las comedias desinhibidas de las décadas del 70 y 80, siempre apuntando a una versión más apaciguada.

La ópera prima de Talya Lavie funciona como un retrato agridulce de la milicia israelí en general y el devenir de las señoritas del departamento de Recursos Humanos en particular, centrándose en un grupo de mujeres que en esencia se dedican a quehaceres de oficina y a asistir a los hombres a cargo de una base en el desierto. La propuesta desarrolla en paralelo las cosmovisiones superpuestas de las tres protagonistas principales: Zohar (Dana Ivgy) odia la hipocresía del hábitat castrense, Daffi (Nelly Tagar) -su mejor amiga- sólo desea un traslado a una localización cercana a Tel Aviv, y la jefa de ambas Rama (Shani Klein) sueña con un ascenso que nunca llega por el ninguneo y la eterna apatía de sus superiores.

Afortunadamente Motivación Cero se ubica junto al mejor cine de género de la producción reciente de Israel, léase Big Bad Wolves (Mi Mefahed Mezeev Hara, 2013), y deja de lado el esquema pensado para la exportación, con ejemplos como La Esposa Prometida (Lemale et ha’halal, 2012). Lavie administra con sutileza la frontera entre la comedia dramática, el hastío de la vida laboral y las ironías antiburocráticas, obviando la brutalidad ampulosa de Hasta el Límite (G.I. Jane, 1997) y esos condimentos típicamente británicos presentes en opus como Cracks (2009). Aquí se enaltece una feminidad alternativa, la militar, que a su vez constituye un claro mecanismo de ruptura para con la hegemonía masculina estándar…