Miss Peregrine y los niños peculiares

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Burton tropieza con problemas narrativos

Promesa de historia tenebrosa y fantástica centrada en una casa antigua en una isla de Gales, ése es el camino de Miss Peregrine mientras todavía no aparece Miss Peregrine. Un chico que no se adapta a su entorno "normal" en Florida (otra vez la oposición habitual y tal vez gastada en Burton), un abuelo que siempre le ha contado historias maravillosas y apariciones de seres intrigantes. La película cumple con las explicaciones y despliega un mundo de fantasía amplio y fascinante, en su extravagante cruce de algo así como una filial de X-Men infantil y adolescente y Harry Potter, con un poco de El ejército de las sombras de Sam Raimi y hasta Hechizo del tiempo, más toques del adorado librito de Burton La melancólica muerte de Chico Ostra y otras historias. Una mezcla potencialmente fascinante y mientras se va descubriendo el mundo y sus coordenadas, el director evidencia que está en lo suyo, en el diseño de personajes, en la cámara asombrada ante territorios y criaturas fuera de lo común. Ahora bien, cuando la película tiene que avanzar en la narrativa de acción y enfrentamiento estamos -otra vez- ante el punto más débil de Burton. Cada vez parece costarle más contar acciones, incluso las más sencillas, por lo que la película se resiente progresivamente, y mucho. Tal vez por eso, con esa conciencia, el relato dispone una estructura inusual, en la que recién en el último cuarto se terminan de plantear el problema, el conflicto y las coordenadas del mundo misterioso, y se disponen los elementos para la acción, que nunca llega a tensión.

De todas maneras, esa errancia narrativa, que permite algo de mayor despliegue de la especialidad de Burton, termina desdibujando a algunos personajes y actores, que parecen meras piezas para el trazado de explicaciones, por ejemplo los de Rupert Everett y Judi Dench. La película necesita un amplio mapeo de su territorio, establecer más y más coordenadas, como si sintiera demasiado el peso de la novela, o como si preparara todo esto como el inicio de una franquicia. Así, cuando los mellizos entran en acción, recién al final, uno se pregunta por qué no lo hicieron antes. Y como esa hay muchas otras inconsistencias narrativas, que deben encauzarse con más y más aclaraciones (de poderes, de lógicas, etcétera).

Fascinaciones y maravillas quedan a mitad de camino porque su imbricación con la acción y el suspenso está hecha casi con desdén. Así, por más deslumbramiento visual y ganas de volar fantásticamente, notamos la ausencia de emoción, porque no hay construcción progresiva y sólida. Burton se ha conformado con ser un filtro peculiar, un brillante diseño personalizado, y la narrativa de su cine ha salido lastimada.