Mira cómo corren

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

El director Tom George y el guionista Mark Chappell debutan con una notable producción multiestelar. Un whodunit (como se le conoce a este subgénero que gira en torno a quién es el asesino) que reflexiona con humor sobre sí mismo, el cine y el teatro.
Quien vio muchas películas de crímenes, o leyó los libros de Agatha Christie, conoce una fórmula: una serie de elementos en cierto orden que de todos modos nunca pierden el interés porque a la larga el shock es el mismo y las motivaciones pueden ir variando. Aquí el director (Adrien Brody) a cargo de adaptar para el cine una historia basada en un caso real que se convirtió en un éxito teatral, viaja de Hollywood a Londres. Se trata de «La ratonera», obra escrita por la reina del crimen, ni más ni menos que la obra que más tiempo ha permanecido en cartelera del West End de Londres. Pero este cineasta no parece estar muy interesado en el trabajo y más bien se burla de todo eso: de la parafernalia, de las reglas de las que ya se cansó, y en su lugar prefiere emborracharse y armar discusiones. Lo que no logró predecir es que iba a ser asesinado, más allá de conocer que la primera víctima siempre es la persona a la que todos odian. La película comienza con la voz en off de este hombre cuyo culpable del homicidio hay que descubrir.
A simple vista, por momentos es difícil no acordarse de The Grand Budapest Hotel. Planos simétricos, escenas en un elegante hotel, un par de rostros de aquella película (además de Brody, Saoirse Ronan), un asesinato en el medio, una serie de desencuentros y descubrimientos… Pero eso que caracteriza al cine de Wes Anderson, de una maestría a veces desbordante en lo visual –donde cada plano es una obra de arte-, aquí se contiene un poco más. Visualmente es elegante pero más pomposa y se toma menos en serio.
Entonces sin personajes tan excéntricos y adorables al mismo tiempo como los que crea Anderson, se opta por una galería ecléctica y rica que sin embargo no consigue aprovechar a todos por igual (el de Ruth Wilson, quien lleva adelante el teatro, deja con ganas de más). Es que el centro está en el asesino por develar.
También es difícil no pensar en Knives Out, quizás por ser una de las últimas producciones multiestelares de este tipo, aunque aquella era más meticulosa con su trama detectivesca. Se le podría sumar la saga basada justamente en la de Agatha Christie (escritora que en Mira cómo corren no sólo es homenajeada y mencionada varias veces sino que es un personaje interpretado por Shirley Henderson): Asesinato en el Expreso Oriente y su secuela. Como cada una de estas películas lo hizo, la idea es narrar una historia de asesinato de una manera entretenida y con humor, aunque cada una lo aborde conde un estilo distinto.
Sin más innecesarias comparaciones, Mira cómo corren tiene el plus de divertirse jugando con el género y por lo tanto con sus clichés. Saoirse Ronan como la aprendiza de detective es el corazón de la película, una mirada inocente pero no ingenua y también perspicaz, observadora y sin miedo a decir y reafirmarse a sí misma lo que pasa. Su entusiasmo se complementa muy bien en su dúo junto a Sam Rockwell, un hombre algo abatido, de pocas palabras, como si estuviese demasiado cansado de todo ya.
Como es de suponer, la película brinda información a cuenta gotas y va sembrando semillas que pronto se convertirán en la siempre inesperada resolución. En el medio, la excusa es divertirse con la galería de excéntricos personajes que se convierten todos en sospechosos y al mismo tiempo en víctimas en potencia. El cine y el teatro terminan de complementar el juego con lo meta, siendo un poco más que una celebración del género. También da vueltas por ahí la pica entre la mirada hollywoodense y la más teatral de Londres.
El resultado es una película divertida y atrapante que se sucede a un ritmo por momentos frenético que no deja mucho lugar a la asimilación. Una propuesta agradable que a veces se pierde en esa velocidad pero no pierde nunca la gracia. Es cierto que hacia el final ya poco nos interesa si el asesino es el mayordomo y nos quedamos con ese singular dúo de detectives.