Minions

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

El origen menos interesante posible

A esta altura, la saga de Mi villano favorito parece destinada a repetir el camino de la de Shrek: lo que era en principio una muy buena película pero cuya historia era mejor no continuarla, por obra y gracia de las ambiciones de los estudios de construir una franquicia, termina siendo estirada casi hasta el infinito, quitándole poco a poco todas las virtudes que poseía inicialmente. Minions es una nueva instancia de esta explotación un tanto descarada, una precuela que se beneficia de un público cautivo y que poco aporta no sólo al panorama de la animación sino incluso al universo al que pertenece.

El arranque de Minions es realmente muy bueno: una voz en off nos introduce al nacimiento de esas criaturas tan inclasificables como divertidas, y cómo durante millones de años, desde el principio de la existencia de la vida en la Tierra, estuvieron buscando al villano más despiadado posible al cual servir devotamente. La narración atraviesa la época de los dinosaurios, la dinastía egipcia y muestra a Drácula, entre otros sucesos, en apenas unos minutos, con suma agilidad y gracia, explotando al máximo las capacidades hilarantes de los minions. El problema es que casi todo ese segmento ya estaba en los trailers. Es decir, no hay una verdadera sorpresa. Cuando el film tiene que contar su historia central -cómo tres minions, llamados Kevin, Stuart y Bob, emprenden una aventura para encontrar de una vez por todas al gran villano al que servir, para así salvar a su raza, que si no puede cumplir su propósito está condenada a la extinción- entra seriamente en problemas, exhibiendo una notoria escasez de ideas.

Ahí, cuando se desata el conflicto, es que va quedando claro que los minions son excelentes comics reliefs, con un diseño y accionar donde se puede apreciar influencias del cine mudo y autores de animación como Chuck Jones, y que hasta utilizan el lenguaje como herramienta identitaria y graciosa a la vez, pero sus funciones pasan primariamente por el segundo plano, por el fondo, por pequeños recortes de tiempo. Son personajes de reparto y no protagonistas, y el formato del largometraje les queda demasiado grande. Y si había una chance de que ocurriera lo contrario, el guión la anula, porque nunca les da un relato que les sirva de marco adecuado. Minions es un film con una estructura deshilachada, que durante su primera mitad luce estirado y en su segunda quiere cerrar todo rápidamente, dejando numerosos agujeros en la trama. Donde más se nota esto es en el diseño de la villana Scarlett Overkill, quien recluta a los minions y debería ser tanto su contraparte como su complemento: termina aportando poco y nada a la película, básicamente porque es un personaje vacío, sin el más mínimo doblez, una sucesión de poses y arbitrariedades carentes de personalidad y complejidad.

Es innegable que el film tiene algunos buenos momentos -hay una escena donde una sala de tortura se convierte, gracias a la creatividad de los minions, en una especie de sala de juegos, con un humor que por juguetón no deja de ser un tanto oscuro-, pero son excepciones dentro de un panorama pobre: Minions es una película demasiado perezosa y conformista consigo misma, que ni siquiera hace el esfuerzo por enriquecer el mundo que integra. Sus protagonistas merecían un mejor origen, y un mejor destino.