Minions

Crítica de Javier Porta Fouz - La Nación

Una aventura que se desinfla rápido

Como Los pingüinos de Madagascar, Minions es un spin-off. Es decir, una película que parte de personajes secundarios de otra u otras -las tres Madagascar en el primer caso, las dos Mi villano favorito en el que nos ocupa- que pasan a ser protagonistas de otro film hecho a su medida. Pero si los pingüinos lograban mantener su humor lunático y marxiano en su relato customizado, los Minions se desinflan. En parte porque -como plantea el punto de partida-, necesitan un villano que los cobije, necesitan de un discurso-personaje fuerte al que puedan comentar como nota al pie delirante (la jerigonza que hablan sigue siendo un gran hallazgo). Pero el principal problema de esta película es que ofrece apenas la puesta en una maquinaria sin alma de un concepto de venta, de una frase para ofrecer un guión: vamos a ver a los Minions desde el origen de las especies prehistóricas, y los vamos a ver incluidos en momentos clave de la historia y en diferentes países. Todo eso está ilustrado con una apuesta narrativa escuálida, desdeñosa: no hay conflicto, no hay cambio, los personajes no se apoyan en sus interacciones ni en móviles con alguna cohesión. Se le notan las costillas al argumento esquelético, no convertido en trama y sin tensión alguna.

Hay una villana que se desarrolla a medias, un novio que es la mismísima falta de gracia (quizás sean mejores con las voces de Sandra Bullock y Jon Hamm, pero aquí no hay otra opción que la doblada) y un "plan" para robar la corona británica. En el cine ya se planeó otras veces ese robo, incluso está el antecedente, del año pasado, de Muppets 2: los más buscados. Pero el problema central de Minions no es que sea más o menos original sino su absoluta falta de consideración por narrar. Su disposición de meros chistes, mayormente basados en "qué cosa estos Minions", una fórmula que se agota pronto y luego se expone crudamente en su arbitrariedad para sumar situaciones y países de forma descarada y desganada, como el pase de Australia a la India, que podría ser un chiste sobre los propios mecanismos del relato si condujera a algún lado. Las situaciones se acumulan pero no se integran, y el mundo de Mi villano favorito -que empezó con una primera película notable- se va pulverizando en una hora y media que apenas disimula su aspecto de trailer largo, de publicidad de una serie de muñecos y otros productos amarillos.