Minions: nace un villano

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

No es hora, momento ni lugar para ponerse a discutir quién es más adorable, o más deliciosamente tonto, si Gru o si lo son sus secuaces amarillos llamados Minions. Sobre todo porque estamos ante una película que se titula Minions: Nace un villano, o sea que incluye a uno y a otros, y más que nada porque la discusión no tiene sentido.

A lejanos siete años del estreno de la precuela (Minions, 2015) y a cinco de la última de la saga -la flojita Mi villano favorito 3-, si algo aprendimos es que los Minions pueden existir sin Gru, pero el malvado que quiere conquistar el mundo (o al menos en un comienzo, robarse la luna) los necesita.

Precisa ese ejército de personajes pequeños, obedientes y que le deben pleitesía, entre los que se destacan Kevin, Stuart y Bob, y que parecen tapones para los oídos.

Si todavía no aprendieron quién es el cuál, o como se llama el más alto o el de un solo ojo, eso no impide para nada que se consideren fans de los secuaces de Gru. Para que no queden mal con los chicos: el alto y delgado es Kevin, el tuerto es Stuart y Bob es el que tiene déficit de atención. De nada.

Era presumible que Gru, ya de chico, fuera lo que podríamos denominar un enfant terrible. Aquí tiene 11 añitos y cuando en el cole les preguntan qué quieren ser cuando sean grandes, qué carrera seguir, él dice “¡Quiero ser un supervillano!”.

Ya sabemos que lo logrará, el asunto es aquí cómo llega hasta lo que llega a ser.

Gags para todos
Minions: Nace un villano tiene tantos gags tontos, sencillos y la mayoría visuales, que la hace no solo apta para ver en familia, sin hasta para recuperar el sentido de diversión y del juego. Porque los Minions ayudan como pueden a Gru a su objetivo (quiere sumarse a la pandilla de supervillanos Vicious Six).

Gru tiene su habitación (claro, aún vive con su mamá) en la que se ve la devoción que siente por los Vicious Six. Pero algo pasó, de lo que no está al tanto.

Cuando los seis vana robar la Piedra del Zodíaco en la selva, Belle abandona a Wild Knuckles (el personaje del que Gru es su mayor fan). Por eso en el grupo se abre una vacante, y hacia allí se dirige nuestro pequeño antihéroe, a una suerte de audición abierta de malvados. Hay uno que lee la revista Mad (estamos en plenos años ’70; y habrá referencias a Tiburón, la música disco y hasta a Encuentros cercano del tercer tipo).

Por supuesto que a Gru no lo aceptan, pero aprovecha y se roba la Piedra. A partir de allí, será todos contra todos, persiguiendo unos a otros (Knuckles, que no murió, incluido), agregando a una acupunturista que les enseñará a los Minions los secretos del kung-fu.

Entonces esta secuela de Minions es, a la vez, otra precuela de Mi villano favorito. Y por supuesto que la película va presentando personajes que luego estallarán más y mejor en la original Mi villano favorito. Ya mencionamos a la mamá de Gru, y sumemos al científico loco, el doctor Nefario, a Vector y el mismísimo Banco del Mal.

Es ese humor que tan bien le calzaba a los primeros 15 minutos de Minions lo que recupera Minions: Nace un villano. Que tendrá o no secuela y/o precuela, es muy probable, porque en algún momento las tres huerfanitas de Mi villano... deberían reaparecer. ¿O no?