Mini espías 4 y los ladrones del tiempo

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

El difícil arte de saber retirarse a tiempo

Con sus altibajos, la trilogía de Mini espías (2001/2002/2003) regaló unos cuantos momentos de desparpajo y creatividad. Son de esas películas simpáticas que uno las engancha a toda hora durante el zapping en el cable y las deja siempre un rato.

Ocho años más tarde, Robert Rodriguez "desempolva" la saga e intenta revivirla ahora con nuevo elenco (los ya adolescentes Alexa Vega y Daryl Sabara de los films originales tienen esta vez algo más que un cameo durante la segunda mitad). El resultado es una película mecánica, caótica, con personajes sin carisma y muy pocos pasajes capaces de sorprender, entretener o divertir.

En los Estados Unidos, el film se presentó en "4D", apelando a una tarjetas de "olores" denominada Aromascope (recurso que el viejo John Waters ya había utilizado dos décadas antes en Polyester). Aquí, se ha decidido obviar la variante olfativa y se estrena en 2D y 3D (yo la vi "sólo" en tres dimensiones y el uso de las imágenes estereoscópicas no agrega demasiado).

Jessica Alba es una espía secreta que pide licencia porque da luz a un bebé, con la consiguiente explosión de vómitos y gases. Su marido (Joel McHale) es un workaholic ausente y los dos hijos (Rowan Blanchard y Mason Cook) son verdaderamente insufribles, por lo menos hasta que se convierten en los nuevos mini espías.

El film abruma, aturde, aburre. Robert Rodriguez y los Weinstein deberían entender de una vez por todas que la franquicia está agotada. Hay un viejo dicho que dice que hay que ser sabio para retirarse a tiempo. Si no, lo que alguna vez fueron historias regocijantes regresan como patéticos reciclajes.