Midway: Ataque en altamar

Crítica de Emiliano Fernández - Metacultura

Aquellas refriegas en el Pacífico

Roland Emmerich en Midway: Ataque en Altamar (Midway, 2019), su último trabajo, hace exactamente lo que se espera de él cuando se pone “serio” porque la temática de fondo lo requiere: aquí tenemos una catarata de escenas de acción rimbombantes poco imaginativas y personajes de cadencia unidimensional, aunque por lo menos vale aclarar que aquellos patéticos detalles de humor bobo -correspondientes a la faceta light de su factoría- hoy desaparecen casi por completo en el desarrollo narrativo de turno. Si bien muchos lo suelen considerar una versión “superadora” de otros directores ridículos y/ o hiper mediocres como los inefables Michael Bay y Uwe Boll, lo cierto es que el señor tuvo un comienzo de carrera bastante decente con una digna trilogía de films clase B, Moon 44 (1990), Soldado Universal (Universal Soldier, 1992) y Stargate: La Puerta del Tiempo (Stargate, 1994).

Pero como una cosa no quita la otra, también debemos recordar que prácticamente todo lo que hizo luego del bodriazo de Día de la Independencia (Independence Day, 1996) puede catalogarse como propuestas muy fallidas que ni siquiera despiertan el disfrute pasatista culposo de antaño porque al alemán le tocó desempeñarse en la era digital y por ello lo que en otras épocas pudiesen haber sido engendros estúpidos pero simpáticos hoy se convierten en mamarrachos repletos de CGI, situaciones trilladas y diálogos tan estereotipados que provocan más incomodidad que risa. De todas formas, el caso que nos ocupa es de lo más extraño porque hablamos de un proyecto personal de Emmerich que venía siendo pospuesto por falta de financiamiento desde los 90, algo que lo obligó a recolectar el presupuesto -100 millones de dólares- de manera independiente y entre una serie de inversores particulares.

Justo como su título lo indica, la propuesta es un retrato muy ambicioso de la Batalla de Midway de junio de 1942 entre Estados Unidos y el Imperio del Japón, incluyendo además toda la andanada de escaramuzas previas que llevaron a la Guerra del Pacífico -dentro del contexto macro de la Segunda Guerra Mundial- a un punto de inflexión con la victoria casi definitiva de los yanquis sobre los nipones: así las cosas, tenemos escenas más o menos extensas que cubren el Ataque a Pearl Harbor, la Batalla de la Isla de Wake, la Batalla del Mar del Coral y la Batalla de Dutch Harbor, todos peldaños fundamentales de la escalera. El conflicto en cuestión giró en torno al control de la base militar norteamericana en las Islas Midway y se explicaba por la aspiración japonesa de neutralizar a la flota yanqui para que los nipones tuviesen “vía libre” en lo que respecta a sus cruentas operaciones en Asia.

El bastante aparatoso guión del testaferro de Emmerich, Wes Tooke, ofrece un relato coral con muchos personajes históricos entre los que se destacan los dos líderes antagónicos, los Comandantes en Jefe Chester W. Nimitz (Woody Harrelson) e Isoroku Yamamoto (Etsushi Toyokawa), y el infaltable “héroe común y corriente”, ahora el Teniente Richard Best (Ed Skrein). En favor del film se puede decir que las secuencias de acción aéreas/ navales son entretenidas (lo redundante de fondo está compensado por la pompa marca registrada del germano) y no hay una historia romántica omnipresente destinada a contentar al público femenino (la inexistencia de detalles del corazón forzados no nos libra de intercambios tontuelos entre los personajes, otro de los grandes fetiches del tremendo Roland). Se nota a la distancia que lo que Emmerich tenía en mente era una versión aggiornada de gestas soporíferas chauvinistas en sintonía con El Día más Largo del Siglo (The Longest Day, 1962), ¡Tora! ¡Tora! ¡Tora! (1970) y la relativamente similar Midway (1976), sin embargo la precisión histórica general y el retrato respetuoso de las tropas japonesas no pueden ocultar el hecho de que la película jamás sale de una medianía cualitativa tambaleante que para colmo no remarca con suficiente énfasis que la figura bélica más importante de la Guerra en el Pacífico no fue ningún yanqui sino el mismo Yamamoto, un militar legendario que revolucionó la aviación naval y el uso estándar de los portaaviones en las refriegas…