Midsommar

Crítica de Denise Pieniazek - Puesta en escena

La fascinación por el horror

Por Denise Pieniazek

Luego de la impactante ópera prima El Legado del Diablo (Hereditary, 2018), Ari Aster vuelve escribir y dirigir una historia que mantendrá al espectador atrapado de principio a fin titulada Midsommar (2019), que en sueco significa “pleno verano”. Al igual que en su filme anterior lo familiar, espiritual y ritual por fuera de los cánones sociales de normatividad estarán presentes, como así también el género del terror fusionado con el drama y el misterio en esa poética tan peculiar que parece caracterizar al emergente creador norteamericano.

Midsommar (2019) inicia con un prólogo que sintetiza los dramas familiares que padece una joven y la protagonista en cuestión Dani (Florence Pugh). Ese inicio presenta una ciudad urbanizada durante el invierno y con una tonalidad estética oscura y azulada. En este segmento del filme la familia es representada no como una institución amorosa o acogedora, sino como una amenaza problemática y asfixiante. Después de la tragedia familiar, la cual Aster no tambalea en mostrar detalladamente, la atmosfera transmitida por la imagen cambiará contrastadamente, al Dani sumarse a las vacaciones de su novio Christian y sus amigos hacia la naturaleza sueca, cuyos colores e iluminación emanarán una tonalidad cálida a diferencia del inicio.

A partir de allí, en ese solsticio de verano (*) en una comunidad rural muy peculiar, a la que son introducidos por otro de sus amigos e integrante de la misma, sus vidas cambiarán para siempre. Esta sociedad representada en Midsommar posee un estilo folk europeo circa 1900, que inmediatamente remite visualmente a la obra coreográfica de Vaslav Nijinsky e Igor Stravinski La consagración de la primavera(1913) y a Las bodas (1923) de Bronislava Nijinska y Stravinski. Y salvo por algunas diferencias, conceptualmente podemos vincularla al “Monte Veritá” por sus intenciones de regresar a lo mítico, en contra de la sociedad burguesa. En esas colinas se resaltaba una nueva espiritualidad vinculada a la revitalización de lo corporal, lo instintivo, la irracionalidad de la naturaleza, la libertad sexual, el reencuentro con lo sagrado y ritual.

Todo esto es acentuado y llevado al extremo en la comunidad o secta que se representa en Midsommar, en donde son constantes los rituales y sacrificios humanos. Asimismo, en ese escenario que es la naturaleza en sí misma, lo dionisíaco se hará presente con excesos de todo tipo. Como así también desde los bailes grupales que remiten conceptualmente a las “danzas coreúticas” de la llamada “Festkultur” a partir de los ritmos de la naturaleza y la herencia cultural, que implicaban una transformación del individuo tal como sucederá con Dani quien alcanzará un estado de éxtasis. En ambos casos hay una intención de recuperar lo primitivo y ritual. Todo esto es acentuado y llevado al extremo en la comunidad o secta que se representa en Midsommar, en dondeson constantes los rituales y sacrificios humanos, los cuales son anticipados mediante las pinturas en las paredes de la gran cabaña comunitaria.

Midsommar es una propuesta que mantiene atrapado al espectador de principio a fin, contemplando lo siniestro. La tensión es constante pero no opresora es decir que al igual que los protagonistas de esta historia estaremos fascinados por el horror. Aster demuestra entonces un excelente manejo de la intriga debido a la paulatina forma en que va dosificando la información logrando tanto misterio como curiosidad constante. Esa fascinación doble por lo desconocido y lo siniestro tanto de los personajes que son ajenos a la secta como de nosotros los espectadores es más que interesante, puesto que lo inicia como algo idílico y pintoresco culminará algo pagano inesperado mediante el terror diurno. Cuando generalmente lo bello es ligado a lo bueno, en este relato lo bello está ligado a lo siniestro, por esa razón los personajes ajenos a la comunidad permanecen allí, por curiosidad, por fascinación, por querer descubrir aquello que aún no se hace presente.

Sin embargo, otro aspecto interesante del microcosmos representado en Midsommares que, a diferencia de la familia del inicio del relato, esta comunidad a pesar de su extrañeza, le ofrece a Dani un lugar de contención a diferencia de la actitud de su pareja.

Midsommar puede pensarse en relación a otras películas anteriores como por ejemplo, El Hombre de Mimbre (The Wicker Man, 1973) y La Aldea (The Village, 2004). Midsommarrecoge varios elementos presentes en El Hombre de Mimbre: una comunidad secreta y cerrada, una supuesta reina de la primavera joven, lo ritual y ceremonial, el sacrificio, el contraste entre un ajeno que no adhiere a sus normas y los integrantes de la comunidad y también propone un escenario diurno, como así también un misterio que el relato devela casi al final del filme en ambos casos. Con respecto a La Aldea, nuevamente se representa una comunidad ambientada en medio de la naturaleza, alejada del resto de la sociedad, con comidas en mesas alargadas y numerosas. Además, del terror, misterio y secretos permanentes, pero a diferencia de Midsommar y El Hombre de Mimbre,en La Aldea ese terror es principalmente nocturno. En los tres filmes la educación y la tradición, mantienen el terror en todas las edades de estos microcosmos, pues éste es fundamental para la “continuidad de la especie”.

En este segundo relato de Ari Aster, la ruptura amorosa y la muerte son enunciadas mediante una teatralidad perturbadora y fascinante a la vez. Incluso hay dos aspectos curiosos para pensar, en primer lugar, si bien la ambientación es rural no se observan animales en todo el film a excepción de un gran oso, y segundo el fuerte contraste entre los “visitantes” y los integrantes de esta “gran familia”. No es casual que aquellos visitantes no “arios” con rasgos y etnias afro y orientales, tengan un choque cultural más fuerte con dicha comunidad. Por último, a nivel estructural Midsommarpresenta un relato cíclico y tan cerrado como este grupo, donde la muerte abre y clausura el relato, pero con distinta simbología. En consecuencia, en Midsommar parece ser que ningún tipo de sociedad está exenta del horror y de la tragedia.

(*)No es la primera vez que el solsticio de verano parece ser premonitor de una tragedia que se avecina. Recordemos el texto dramático de La señorita Julia (1889, August Strindberg) también inicia con un solsticio de verano y una fiesta efervescente que contrastan con el final dramático de la pieza.