Mi papá es un gato

Crítica de Rolando Gallego - EscribiendoCine

Whisky sí, Whiskas no

Mi papá es un gato (Nine Lives, 2016) es una vuelta de tuerca a esa larga serie de películas que, efectos especiales mediante, han tomado la anécdota de alguien convertido en animal que debe cumplir una misión para volver a su cuerpo.

En esta oportunidad, el veterano Barry Sonnenfeld (Hombres de negro, La familia Addams) propone a Kevin Spacey como un multimillonario y déspota empresario que ve cómo su suerte cambia de un momento a otro al sufrir un accidente, quedar en coma, y despertar en el cuerpo de un gato.

Habiendo olvidado el cumpleaños de su hija, el hombre se dirige a una misteriosa tienda de mascotas atendida por un señor llamado Perkins (Christopher Walken), quien le vende un gato y sus accesorios, pero también lo advierte sobre el inevitable desenlace que tendrá si atiende su teléfono móvil. Pasando por alto esa advertencia, Brand se dirige al último piso de su gigantesca torre en construcción y tiene un encuentro con un empleado que sólo quiere su lugar en la empresa (Mark Consuelos), quien decidirá no ayudarlo cuando éste caiga del edificio y encarne, por un misterioso hechizo del vendedor de mascotas, en un gato.

Allí Mi papá es un gato cambia el tono del relato para transformarse (enfocándose en el gato más que en los humanos), en una suerte de intento desesperado del hombre por volver a ser humano en una suerte de comedia disparatada (sin perder el objetivo de entretener a la familia) que potencia el gag con la voz de Kevin Spacey en cada uno de los pensamientos del felino.

Mi papá es un gato posee una estructura narrativa clásica que facilita el visionado de los más pequeños, a quienes claramente está dirigida la historia. Como comedia para los más grandes, pierde contundencia ante la irrisoria situación disparadora de la acción y la imposibilidad de profundizar en la psicología de los personajes, que son presentados de manera superficial y estereotipada. Así y todo, la dinámica edición y los logrados efectos por los cuales el gato protagonista comienza a comportarse de manera humana (toma whisky, lee el diario, busca venganza de cada uno que quiere aprovecharse de su situación), la propuesta potencia su “aparente superficial” apuesta.

Porque si bien es un pasatiempo, la película facilita una lectura sobre las relaciones laborales y el sistema económico, con una idea que se transmite rápida y fácilmente a los más chicos, sobre una estructura económica exitista que en la vorágine del obtener ganancias se olvida de los más débiles, favoreciendo sólo el crecimiento de aquellos que pisan cabezas y que se encuentran solos en la cima del mundo.