Mi Führer

Crítica de Diego Batlle - Otros Cines

El pequeño dictador (Freud para principiantes)

Hace ya un par de años pude ver en un DVD que me habían enviado este film y -si bien estuvo lejos de indignarme (no es, en ningún sentido, La vida es bella)- me pareció una sátira fallida y menor. Hace pocos días, haciendo zapping por la noche, me volví a topar con esta ¿comedia? ¿negra? de Dani Levy, creo, en Cinemax. Habré aguantado media hora y ese tiempo me alcanzó para recordar todo aquello que había sentido en aquella primera y lejana visión.

El film no es gracioso, no es mordaz ni provocativo, sino más bien torpe y patético. El Adolf Hitler de Levy es un pobre tipo, un ser miserable, impotente, depresivo y lleno de traumas producto (Freud de manual) de los abusos infligidos por su padre cuando era un niño.

Vemos al mayor genocida de la historia jugar en su bañera con barquitos de guerra como si fuera un nene con sus patitos (foto) y nos damos cuenta de que muchas veces del grotesco no se vuelve.

La trama es más o menos así: un director teatral judío (el gran Ulrich Mühe, visto en La vida de los otros) es retirado de un campo de concentración para que ejerza como profesor de dicción de un Führer demasiado inseguro pocos días antes de dar un discurso a la nación, el 1º de enero de 1945. En verdad, se trata de un complot de Goebbels y compañía, que pretenden montar un atentado contra él para sacárselo de encima. A su vez, está el dilema moral del profesor judío, que tiene la oportunidad de matarlo con sus propias manos o de salvar a su familia del Holocausto.

Si la premisa puede sonar interesante en algún aspecto, Levy dilapida cualquier atisbo de ingenio o inteligencia con una puesta en escena grandilocuente, obvia y superficial, que nunca encuentra el punzante tono tragicómico que una historia de estas dimensiones necesitaría para salir airosa. Una película que ni siquiera da para el escándalo ni la polémica. Un film decididamente olvidable.