Mi amigo el dragón

Crítica de Jessica Johanna - El Espectador Avezado

La nueva película de Disney sigue la línea que retomaron este año El libro de la Selva y Mi buen amigo gigante. Esta vez sin un director de tanto renombre, David Lowery, quien dirigió una bella película claramente inspirada en Terence Malick, Ain't Them Bodies Saints. La excusa es una remake de la película de 1977, en la cual el personaje al que se refiere desde el título de la película es un dibujito animado.
En este sentido, la construcción del dragón desde lo visual, la película se adapta a nuestros tiempos, donde creer en la magia parece cada vez más difícil y se intenta entonces que se torne lo más realista posible. Mi única crítica con respecto a esta parte del film es que el dragón, al ser peludo y no escamoso como los que viven en nuestra imaginación colectiva, en muchos planos cercanos no parece precisamente un dragón. Más allá de este detalle, a la larga menor, los efectos están muy bien logrados.
La historia comienza justamente como una simbiosis entre las dos películas de Disney mencionadas anteriormente. Pete es un niño que viaja en el auto con sus padres camino a una aventura mientras lee un libro sobre un perro, Elliot, que se pierde. Y entonces en menos de cinco minutos, la película ubica a su protagonista en la situación en la que siempre están los personajes principales de Disney: tras un accidente los padres se mueren y él se queda solo. En el bosque. Y su única compañía pasa a ser un dragón, enorme y poderoso pero cariñoso con él y con la virtud de poder camuflarse.
Los años pasan y la película nos presenta a los otros protagonistas. Aparece en escena Grace (Bryce Dallas Howard), una guardabosque y madre de una nena que lucha con la empresa que quiere talar árboles en aquel bosque que tanto ama y cree conocer. Como el pueblo es pequeño y todos se conocen y están relacionados, es el hermano de su marido el que vendría a ser el villano en esta película. Grace se crió con las historias que su padre (Robert Redford) le contaba, en las cuales aseguraba haber visto un dragón pero al crecer dejó de creerlas, ahora sólo cree en lo que ve. Y un día lo ve a Pete, quien estuvo seis años sobreviviendo en ese bosque.
Mi amigo el dragón es entonces una película para toda la familia, mágica aunque también peca, me imagino para un público pre adolescente incluso, se sentirse un poco atrasada. El hecho de que en la película no haya tecnologías o de que su narración no esté cargada de acciones podría alejar a un espectador acostumbrado a un cine más efectista.
La interpretación de Oakes Fegley como el niño protagonista es un gran hallazgo. Logra reflejar muchas emociones y estadíos de una manera precisa. Bryce Dallas Howard, lejos del estereotipo que Hollywood quiere imponer constantemente, es una mujer normal, madre y trabajadora, con ideales, hermosa. Robert Redford termina de aportar con su innegable presencia.
A la banda sonora por momentos se la siente un poco invasiva en su afán de reforzar lo emotivo, lo mismo con algunos lugares comunes en los que cae la trama, pero no por eso deja de funcionar como la película nostálgica que es.
El film emociona, tiene magia. Y eso es algo que agradecer. Cierra esta especie de trilogía de Disney de una manera muy concisa y grata.