Mi amiga del parque

Crítica de Gustavo Castagna - Tiempo Argentino

Mundo nuevo de presencias y ausencias

Liz (Zylberberg), una madre primeriza, descubre un nuevo mundo con sus amigas del parque y otros personajes que se cruzan en su camino. Katz otra vez hace la diferencia.

Como trasluce en su corta pero estupenda filmografía, Ana Katz se ubica en los bordes del naturalismo para opinar sobre presencias y ausencias. Desde el minimalismo familiar de El juego de la silla, el desconcierto ante un nuevo paisaje afectivo en Una novia errante y el humor negro virado a la descripción social de Los Marziano, Katz construye argumentos que nada se parecen al grueso de la producción local. Como sucede con Liz (extraordinaria Zylberberg), madre primeriza, descubriendo un nuevo mundo, con sus dos extrañas nuevas amigas del parque (Katz y Álvarez) y otras mujeres que rondan a la protagonista central. El argumento dispara diferentes líneas argumentales pero como siempre acaece en el cine de la directora, no existe la necesidad de caer en escenas redundantes y obviedades sobre el rol de una joven madre y sus primeros miedos y temores. La película trabaja desde la sospecha de Liz, quien observa cómo su mundo se ve invadido por "las hermanas R", empezando por cuestiones ínfimas que luego confluirán a la invasión de la privacidad que tanto aterra al personaje. Así, los diálogos entre las tres mujeres y de Liz con las otras madres del parque van conformando una trama repleta de misterios donde nada es lo que parece ser.
Desde un eje centrado en los miedos y las paranoias de una mujer, que basculan entre presencias placenteras e intimidatorias, pero que para Liz representarían lo mismo, la película expone como contraste una suma importante de ausencias y vacíos. En el caso de Mi amiga del parque, la mamá de la protagonista murió hace un año, el esposo está haciendo un documental sobre volcanes y solo se comunica por Skype (Hendler, otra vez, "lejos" de su pareja como en Una novia errante) y el hecho de que Liz no pueda amamantar a su bebé, también representan indicadores importantes para comprender las inestabilidades emocionales de la joven madre. Ausencias que también comprenden su alejamiento momentáneo del mundo laboral y de otras amistades de antaño. Por eso Liz y el resto de las madres del parque, también "las hermanas R", se refugian en ese paisaje de concepción cinematográfica abstracta, a solas en su mundo y con sus nuevos miedos, conformando un grupo heterogéneo de múltiples y dispares voces. Y con solo un hombre como consejero experimentado de esta particular comparsa.
El viaje inicial de Liz, esbozado en ese rostro ambiguo del final, como sucedía con las carcajadas a solas de Érica Rivas en el maravilloso cortometraje Despedida (2002) de la misma directora, encierra más de una pregunta que un espectador atento será invitado a responder.