Mi amiga del parque

Crítica de Diego Batlle - La Nación

Tres mujeres imperfectas

Con tragicomedias como El juego de la silla, Una novia errante y Los Marziano, la actriz, guionista y directora Ana Katz ha incursionado en temas universales (familias y parejas disfuncionales), pero con un abordaje poco convencional, alejado por completo de lo demagógico. Esa mirada por momentos incluso algo deforme e incómoda, pero siempre provocativa y fascinante, reaparece en Mi amiga del parque, notable película sobre otra cuestión que afecta a buena parte de la sociedad: la maternidad.

En un cine como el argentino casi monopolizado por hombres (y en muchos casos dominado por acercamientos machistas), una película como Mi amiga del parque resulta una experiencia liberadora, revulsiva, casi rupturista. Pocas veces la dinámica, la intimidad, las contradicciones, las angustias y los códigos de lealtad del universo femenino han sido retratados con la sensibilidad y la falta de prejuicios de los que hace gala Katz. En ese sentido, su cuarto largometraje escapa por completo de los dictados de la corrección política y de una búsqueda concebida de manera premeditada para emocionar como sea. Es una película imperfecta y valiente. Como sus protagonistas?

La protagonista del film es Liz (brillante trabajo de Julieta Zylberberg), flamante madre primeriza de Nicanor. A las dificultades de criar un bebe le suma que su marido, Gustavo (Daniel Hendler), se encuentra en el sur de Chile filmando un documental. Ellos sólo se comunican por Skype, sin que él logre entender en toda su dimensión las dudas, los miedos y el cansancio que abruman a nuestra heroína. Los hombres, aquí, están prácticamente ausentes.

La amiga del parque a la que alude el título es Rosa (la propia Katz), quien en primera instancia parece también la obsesiva madre de una beba, pero que a los pocos minutos descubriremos que en verdad, muchas veces "suple" en la crianza a su inestable hermana Renata (Maricel Álvarez).

Nada ni nadie es "normal" en Mi amiga del parque, porque Katz descree del concepto de normalidad (hay, sí, un contraste con otras madres que van a la plaza y se burlan de las "loquitas"). Sus criaturas, es cierto, están un poco descentradas, o confundidas, o directamente perdidas, pero la directora las quiere de manera incondicional y las une para que se acompañen de manera cómplice en un transitar difícil, algo traumático, pero lleno de intensidad y de aventuras de descubrimiento. Como la vida misma.