Mentiras mortales

Crítica de Agustín Neifert - La Nueva Provincia

Una realidad gris y a lunares

A cuestiones chicas, les surgen problemas chicos; a las grandes, los inconvenientes se equiparan en magnitud.
Estos últimos son los que le surgen a Robert Miller (Richard Gere), un magnate de 60 años, padre de familia ejemplar y empresario del año según "Forbes" , quien se encuentra apremiado por una maniobra fraudulenta y la necesidad de vender su empresa antes de que el fisco descubra una millonaria fuga en sus activos.
Con la misma frialdad, hipocresía y presión que en los negocios lleva Miller su vida privada. Respaldado en su hogar por Ellen (Susan Sarandon), una mujer que supo acomodarse a la escalada económica de su marido, desde los tiempos de "comer todo lo que puedas por 3 dólares" hasta la aparente prosperidad de estos días; y su hija y socia Brooke (Brit Marling), Robert se contiene en los brazos de su joven amante, una artista plástica francesa a quien le oficia de mecenas, porque "la imagen que ofreces es la que te asegurará el éxito en el mercado".
Cuando la muchacha le reclama mayor atención, una decisión errónea desencadena un accidente fatal y otra serie de eventos riesgosos que pondrán en juego las situaciones doméstica y empresarial de Robert.
Acerca de los pasos y gestiones que el hombre se ocupará de realizar para salir airoso de unos y otros problemas, versa Mentiras mortales.
Primera película del director Nicholas Jarecki, autor también del libro, cuenta con Gere en un papel que lo aproximó a las nominaciones a los Oscar, no sin motivos, puesto que logra colocarse con naturalidad en la piel de un hombre con buenas y malas, como todos los seres humanos, excepto que las primeras le son esperables y plausibles, mientras que las segundas se vuelven aborrecibles ante la mirada del espectador --y de buena parte del entorno del personaje--, dada su incidencia sobre la vida de los demás.
Tim Roth --en la encarnadura de un detective que lucha contra el tráfico de influencias para descubrir la participación de Miller en un delito--, de Marling, como una joven entusiasta que aún no ha sido contaminada por el entorno en el que se maneja; y Sarandon, como el espejo de su marido, tienen una fuerte participación en la acción.
Sin estridencias, Mentiras mortales es una película que mantiene la tensión a un ritmo estable, con una trama que va decapando conflictos, motivaciones, decisiones y consecuencias hasta hacerlas congeniar en un final tan despojado de ideales como realista.
Es una película para atender para entender que, como decía Samuelson en relación con la Economía, "la realidad no es blanca ni negra, sino gris y a lunares".