Medianoche en París

Crítica de Emiliano Fernández - CineFreaks

La nostalgia infinita

A lo largo de su prolongada trayectoria Woody Allen ha construido numerosas “cartas de amor cinematográficas” a determinadas figuras, obras, géneros y/ o geografías cuya única misión es precisamente transmitir su simpatía por las susodichas, coyuntura que produce diversas reacciones entre el público debido a que en ocasiones como las señaladas el realizador suele privilegiar el mensaje cariñoso por encima de la progresión dramática: así nos encontramos con varios “films- excusa” estructurados alrededor de la admiración del señor y poco más, pequeños caprichos personales que constituyen una rareza en sí mismos.

No cabe la menor duda que Recuerdos (Stardust Memories, 1980) funcionaba como un homenaje a 8 ½ (1963) de Federico Fellini, Sombras y Niebla (Shadows and Fog, 1991) rendía tributo al expresionismo alemán, Todos Dicen Te Quiero (Everyone Says I Love You, 1996) a los musicales clásicos hollywoodenses y Dulce y Melancólico (Sweet and Lowdown, 1999) hacía lo propio con respecto al jazz y Django Reinhardt en particular. Continuando esta tradición hoy llega Medianoche en París (Midnight in Paris, 2011), tanto una oda a la metrópoli del título como una ofrenda a la fauna artística de la década del ´20.

El director, ni lento ni perezoso, sabe que siempre lo acusaron de nostálgico y por eso aquí pone en tela de juicio esa remembranza infinita basada en la ilusión de un pasado brillante que no regresará jamás, una época lejana considerada opuesta a nuestro presente plagado de insatisfacciones: Gil (Owen Wilson), un exitoso guionista que está escribiendo su primera novela, arriba a la “ciudad luz” junto a su prometida Inez (Rachel McAdams) como parte de un viaje de negocios de su suegro. Ninguneado por su futura familia, el protagonista descubre un vehículo que lo transportará al período en el que vivieron todos sus “héroes”.

Desdibujando la frontera entre la triste realidad y la ensoñación más pomposa, delante de sus ojos comienzan a circular creadores de la talla de F. Scott Fitzgerald (Tom Hiddleston), Cole Porter (Yves Heck), Ernest Hemingway (Corey Stoll), Gertrude Stein (Kathy Bates), Pablo Picasso (Marcial Di Fonzo Bo), Salvador Dalí (Adrien Brody), Man Ray (Tom Cordier), Luis Buñuel (Adrien de Van) y T. S. Eliot (David Lowe). Mientras intenta obtener consejos literarios de sus ídolos para finalmente completar su atesorado trabajo, conocerá a la exquisita Adriana (Marion Cotillard), una especie de “groupie” del momento.

A diferencia de sus últimos opus politemáticos, en esta oportunidad Allen centra la atención en la romantización apasionada, el arsenal de citas eruditas y la belleza característica de la capital francesa. Como suele ocurrir con las representantes de esta subcategoría de su carrera, el desarrollo de personajes y los remates irónicos quedan en segundo plano dentro de una disposición narrativa muy honesta aunque un poco enclenque. Sin embargo no nos podemos quejar porque ya venía siendo hora de que el neoyorquino se diera un gusto luego de tantas propuestas extraordinarias, además el convite cumple de sobra con su objetivo…